¡Hola a todos! De nuevo aquí para hablar sobre historia del vestido. Como os prometí ayer, hoy vamos a hablar del guardainfante, esa falda que todos asociamos con el famoso cuadro "Las meninas", de Diego Velázquez.
La moda femenina, especialmente bajo los reinados de
Felipe IV y Carlos II, se distanció notablemente de la corriente europea. Las
españolas no renunciaron al verdugado, y sobre él fueron elaborando las
siluetas que precedieron al “guardainfante”, que hace su aparición alrededor de
los años treinta, no sin antes pasar por la crítica de los moralistas y
legisladores de la época.
La reina Isabel de Borbón, por Diego Velázquez. (1625).
Se llama guardainfante a una especie
de armazón redondo muy hueco hecho de varas flexibles unidas con
cintas utilizado en la cintura por las mujeres españolas durante el siglo XVII. En opinión de los contemporáneos, vino de Francia, al parecer por obra de
unos cómicos que actuaron en Madrid, cuando ya en este país había pasado de
moda. Se dio la curiosa circunstancia de que, en contra de lo que solía
suceder, no apareció primero en el traje de corte, para después generalizarse
entre el resto de los estamentos sociales, si no que su aparición y divulgación
se dio primero fuera del círculo cortesano. El modelo francés consistía en una plataforma de mimbre a la altura de
las caderas, pero las españolas lo convirtieron en un complicado armazón
realizado con aros de madera, alambre o hierro unidos entre sí con cintas o
cuerdas que se completaba en la parte superior con mimbre, crin y otros
materiales para enfatizar las caderas. El guardainfante se vestía sobre varias
enaguas y sobre él, a su vez, se ponía la pollera, falda interior realizada con
tejidos ricos de vistosos colores y a veces acolchada con lana para redondear
las caderas, encima de la cual se colocaba la falda exterior femenina llamada
basquiña. La basquiña a su vez, era
una falda exterior con pliegues en las caderas usada por las
damas españolas desde el siglo XVI al XIX. Normalmente era de
color negro y estaba asociada a las ceremonias más solemnes.
Junto a las crónicas históricas y literarias de la vida y costumbres
españolas en los siglos XVI y XVII, existe otro tipo de crónicas
plásticas, expresivas, directas, que se concretan en las obras de los pintores
españoles de aquellas centurias, así por ejemplo, en los cuadros de Velázquez,
pintor de la Corte de Felipe IV. En muchos de esos cuadros puede
observarse cumplidamente cómo unas figuras femeninas emergen, diríase, desde su
cintura, de los pomposos, desmesurados, casi gigantescos guardainfantes,
«artificio muy hueco (según lo definió el Diccionario de Autoridades),
hecho de alambres con cintas, que se ponían las mujeres en la cintura, y sobre
él se ponían las basquiña». Y antes, debajo del artificio, se habían puesto
varias faldas o refajos, y aún antes la blanca enagua... Tal acumulación de
prendas dificultaría, casi imposibilitaría a veces, por su tamaño, el paso por
las puertas de las mujeres así vestidas, y hasta tal extremo que, según una
relación contemporánea, citada por Rodríguez Villa en su
obra “La Corte y la Monarquía de España” según las noticias
contemporáneas: «Las mujeres ya no pueden pasar por las puertas de las
iglesias». Y surgirán las sátiras, inevitablemente, como la de Quevedo en
su soneto “Mujer puntiaguda con enaguas”, donde el
término enaguas aparece como sinónimo de guardainfante:
Si eres campana, ¿dónde está el badajo?;
si pirámide andante, vete a Egito;
si peonza al revés, trae sobrescrito;
si pan de azúcar, en Motril te encajo.
Como es lógico no todas las mujeres vestían con tan recargada prenda y es de suponer que se unía a la situación social de la persona. Basta recordar, a este respecto, la sencilla indumentaria de las mujeres que aparecen en el cuadro “Las hilanderas”, vestidas con una blusa o camisa y una larga falda.
El guardainfante, cuya
finalidad aparece claramente indicada en la misma palabra, sería llevado
también por moda, por incómoda moda, para la mujer que se lo ponía y también
para las personas que estaban próximas a ella. Una real pragmática prohibió su
uso, aunque con una cierta tolerancia y curiosas excepciones, como que se
permitiese el uso a “las mujeres que sean malas de sus personas y ganan
por ello”... Avanzado el siglo XVII, el guardainfante
desaparecerá definitivamente, pero por el procedimiento más eficaz: la llegada
de una nueva moda francesa mucho más cómoda. Dicha prenda se llamó: tontillo.
Unos versos de factura popular subrayarán el cambio:
Albricias, zagalas,
que destierran los guardainfantes,
albricias, zagalas,
que ha venido uso nuevo de Francia.
El tontillo fue una prenda que
se popularizó en España a finales del siglo XVII bajo el
reinado de Carlos II viniendo a sustituir al
aparatoso guardainfante propio del reinado de Felipe IV.
Su uso se extendió hasta la segunda mitad del siglo XVIII. Las mujeres
llevaban el tontillo junto con el jubón y la basquiña.
La reina María Luisa de Orleans, por José García Hidalgo. (1679)
Alrededor de la década de los setenta el uso del guardainfante fue
relegado a las ceremonias muy especiales. El sacristán siguió desempeñando el papel de ahuecar las faldas, bajo
el reinado del último Austria; Carlos II, que en poco tiempo fue reemplazado
por el tontillo, armazón realizado con aros que se cosían en una falda; se
volvía a repetir el sistema de ensamblaje del verdugado. Junto a los armazones para ahuecar las faldas, el otro elemento que hay
que señalar como típico de la moda femenina fue la “cotilla”, prenda armada con
ballenas, determinante de la rigidez y tiesura del torso femenino. Se trata de
un artilugio surgido de los ideales de belleza del siglo XVI y que se mantuvo
durante todo el siglo XVII. La cotilla se vestía sobre la camisa interior
femenina, y sobre ella, el jubón. Con estas prendas, los cambios más notorios
afectaron a las mangas, escotes y peinados. El jubón era una prenda rígida que cubría desde los
hombros hasta la cintura y que estuvo en boga en España en los siglos
XV, XVI y XVII. Su aparición como parte del traje civil se data en el siglo XIV
pero su verdadero auge lo alcanzó en el siglo XVI en que se extendió desde
España a toda Europa.
Volviendo al tontillo, este se vestía debajo de la saya y sobre un buen número de enaguas. Con la aparición del tontillo, la moda española conservó su originalidad frente a la influencia francesa del resto de Europa. La influencia más notable se produjo sobre el jubón que abandonó las faldillas o haldetas, e incorporó un pronunciado pico en su parte anterior. Cuando esta prenda cruzó los Pirineos y se estableció en Francia en el siglo XVIII se denominó Panier, nombre que derivaba de paniers las cestas que colgaban a ambos lados de los animales de carga, convirtiéndose en una pieza importante en lo que se llamó robe à la française (vestido a la francesa).
Fuentes: El Siglo de las Luces y Museo del traje.
Volviendo al tontillo, este se vestía debajo de la saya y sobre un buen número de enaguas. Con la aparición del tontillo, la moda española conservó su originalidad frente a la influencia francesa del resto de Europa. La influencia más notable se produjo sobre el jubón que abandonó las faldillas o haldetas, e incorporó un pronunciado pico en su parte anterior. Cuando esta prenda cruzó los Pirineos y se estableció en Francia en el siglo XVIII se denominó Panier, nombre que derivaba de paniers las cestas que colgaban a ambos lados de los animales de carga, convirtiéndose en una pieza importante en lo que se llamó robe à la française (vestido a la francesa).
Fuentes: El Siglo de las Luces y Museo del traje.
Lo que está claro es que usaban muchas prendas... muchasssss... jajaja. No conocía este blog tuyo, es que ando tan liada que no tengo tiempo ni para actualizar mis cosas, pero me ha encantado!... seguro que me sevirá de apoyo cuando tenga que hacer algún trabajo en la facultad. Un besote querido mio. Tu amiga Teresa.
ResponderEliminarPues sería fantástico que te sirviera en tus estudios, Tere. Si te puedo ayudar en algo ya sabes, aquí me tienes para lo que necesites.
Eliminar¡Un besote enorme y muchas gracias por tu visita!
Madre mía cuanta información. Esto hay que estudiarlo bien ;) Un abrazo.
ResponderEliminarPues para mañana más. Entre unas y otras me estáis picando y no paro de buscar información. Mañana nos vamos a finales del siglo XVIII para analizar otras prendas genuinamente españolas.
Eliminar¡Un besote enorme!
Creo que todos hemos visto esa especie de "enagua" tipo jaula que vestían nuestros antepasados y algunos no le poníamos nombre, pues a partir de ahora ya podemos hablar con propiedad. Gracias. Un beso.
ResponderEliminarCarmen
Lo has expresado estupendamente, Carmen, eran jaulas talmente. Ahora me queda la intriga de saber como era el "sacristán". He buscado información pero no encuentro nada al respecto.
Eliminar¡Un besote y gracias por la visita!
El sacristán se utilizaba a inicios del XVII y consistían en unos aros ovalados que se utilizaban para aumentar el volumen de las faltas lateralmente, aunque se seguían aplastando el abdomen y los escotes se hacían más pronunciados, para que te hagas una idea mira el cuadro de las meninas, podrás apreciar las faldas como te digo. besos.
ResponderEliminar¿Dónde has conseguido esta información?
EliminarMirad lo que he encontrado en un artículo escrito por: RUTH DE LA PUERTA ESCRIBANO.
ResponderEliminar"Probablemente el nombre de guardainfante fuera sustituido por el de sacristán a finales del reinado de Carlos II."
"Durante el reinado de Carlos II (1665-1700), entre las prendas interiores femeninas destaca el uso del sacristán, estructura formada por una serie de aros sujetos unos a otros con cintas, que adoptó una forma circular, no tan ovalada como los últimos guardainfantes. Por tanto, cambió la silueta exterior femenina. El sacristán se llevó con gran número de faldas debajo y haciendo juego con la basquiña sin cola y la saya encolada".
Así es, que es como aparece María Luisa de Oleans, con sacristán, moda francesa que desde que la españolísima esposa de Luis XIII impusiera los guardainfantes pequeños, inició el decaimiento de la moda española aferrada ahora a los guardainfantes desproporcionados. Con Luis XIV, más pendiente de la moda masculina, se impone una mujer más sencilla en formas. El sacristán inflaba con naturalidad las faldas, plegadas y de telas pesadas. El tontillo aún no existía. Este aparecería curiosamente cuando los panniers empezaban a decaer por la moda naturalista de Luis XVI y su esposa empeñada en el pastoreo. Surge el tontillo, ridículo y exagero, plano por delante y detrás, paralelo al suelo, como reacción a esa moda más natural, entre comillas, con panniers más bajos y siluetas redondeadas. En España e Hispanoamérica el tontillo triunfó hasta finales del XVIII a pesar de que en Europa tuvo un éxito fugaz.
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