¡Hola a todos!
Vamos a analizar brevemente como era el traje masculino del período romántico, el cual se corresponde con el gusto por la seguridad, lo cerrado, y lo respetable y no
con la fantasía de los aristócratas del siglo precedente. La vestimenta del
hombre es aparentemente simple, sin embargo comienza a adquirir detalles en su
manera de confeccionarse y en los detalles internos. El traje del hombre
durante el siglo XIX expresará estos avances en patronaje y cada vez
establecerá una mejor relación con el cuerpo estableciendo un ajuste perfecto. Hacia 1840 se configura un
modelo durable de caballero que ya no sufrirá modificaciones importantes hasta
el siglo XX.
Corset: La introducción del corset se manifiesta
tanto en el vestido femenino como en el masculino. Que todos los hombres
llegaran a vestirlo es una aseveración con escasas pruebas, pero a la vista de
los grabados de moda no cabe duda de que los hombres aspiraban a competir con
las mujeres en cintura de avispa y que esta aspiración no se agotó cuando menos
hasta 1845.
Camisas: Algunos autores
afirman que el romanticismo como estilo literario y artístico dejó su huella en
el traje masculino con la incorporación de volantes en la pechera de la camisa.
No obstante, esta costumbre se observó antes de que el estilo mencionado inundara
la espiritualidad de la época victoriana inicial. En los años 1840 el uso de
volantes en la camisa era poco común y las normas exigían que la pechera fuera
lisa, adornada solamente por finos pliegues planchados y perfectamente
estirados. Para lograr la máxima rigidez del pecho de la camisa, algunos
utilizaron un sistema que permitía a la prenda ser ajustada por medio de un
botón, a la cintura del pantalón. En estos años aparecen también los puños a la
vista por las mangas del frac, algo que deriva que éstos estén perfectamente
limpios y planchados. Como también debían estar los cuellos, altos, pero ya sin
la longitud que tenían en los años precedentes.
Terno: Surge el terno, el traje de chaqueta,
chaleco y pantalón del mismo tejido, el traje formal de caballero que ha
llegado a nuestros días. Lo ilustramos en la fase siguiente.
Pantalones: Los pantalones estrechos reciben la
competencia cada vez más severa de los holgados, dichos “de pliegues”,
antepasado del pantalón clásico de caballero universal en el siglo XX. A menudo
se confeccionan con tejidos de cuadros y rayas, otro clásico del vestir
masculino actual que heredamos del Romanticismo. Solían quedar sujetos al
calzado por medio de unos estribos.
Chaleco: Éste se reserva la fantasía en el vestir
masculino durante algunos años, pero termina por volverse tan serio como el
resto del ajuar. La largura quedaba justo a la altura de la cintura. Solían
tener solapas.
Chaquetas: Buscando una línea natural y suavemente
holgada, las chaquetas se cortan sin remarcar los hombros, se reducen las
solapas –ahora de cran regular– y se diversifican: además de la levita y el
frac sucesivamente aparecen el traje a la inglesa, una suerte de cruce entre la
levita y el frac, porque el faldón arranca desde la cintura (como en una
levita), pero dibuja una diagonal hacia la espalda (como en un frac); y las
levitillas o levitas cortas, cuyo aspecto, aunque todavía no su corte, las hace
equivaler a nuestras americanas o blazer. Los fraques se ven paulatinamente
reservados para las ocasiones más formales.
Calzado: Como continuidad
de la etapa anterior, en los primeros años de la era victoriana, el calzado
adecuado para la noche debían ser los escarpines. Posteriormente se aceptó el
uso de botines negros, siempre especificando que debían ser de charol y
lógicamente, cubiertos por el largo pantalón. Para aquellos que prefirieran los
zapatos de corte bajo o escarpines, debían ser acompañados por medias negras de
seda, aunque algunas ilustraciones de la época mantienen las blancas.
Corbatas: Para los
conjuntos de noche, la corbata (chalina) obligada era blanca, la cual se hace
cada vez menos ancha. En EEUU se admitió durante algunos años, la corbata
negra, algo inaceptable para las ocasiones de gala en Gran Bretaña. Al bajar el
alto de los cuellos, la corbata –a la manera heredada de “les
incollables”, ancha y con varias vueltas alrededor del cuello-, pierde
protagonismo. A partir de 1840, en busca de una solución más práctica para su
colocación, comienzan a ser formadas por una tira ancha que se anuda atrás a la
cual se le agrega el lazo ya hecho al frente con una tira más fina, algo que
dará paso, años después, a las corbatas hechas.
Guantes: El uso de guantes
en las actividades nocturnas pasó de ser algo obligatorio, a recomendable. Se
insistía que un hombre elegante y decente no podía prescindir de los guantes
para acudir a un baile, pues era impensable “tocar el guante puro de una
mujer con los dedos descubiertos”. Pero entre la realeza inglesa primero y
luego en Norteamérica, se comenzó, poco a poco a dejar de usarlos como
obligación a partir de los años 1860. Los colores de los guantes debían ser
oscuros o pálidos, pero para ocasiones muy formales, debían ser de color blanco
o amarillo pálido, generalmente en piel de ante.
Sombreros: De acuerdo con
el Manual de la Moda Masculina de 1839, “En un baile o una fiesta la noche,
el sombrero de copa plegado es lo apropiado y elegante, llevar un sombrero
común en tales ocasiones, como lo hacen algunos falsos seguidores de la moda,
es torpe y absurdo”. El sombrero común a que se refiere el manual, es la
chistera con copa alta, convertida desde 1940 en casi un símbolo de estatus
para el hombre burgués. La chistera expresaba respetabilidad, opulencia,
dignidad y posición social. Se pensaba que, con su alta copa brindaba al hombre
más estatura social y económica. Por ello, cuando en 1840 Antoine Gibus
perfeccionó la versión plegable de la alta chistera, esta se convierte en el
tocado preferido para acompañar el conjunto masculino utilizado después de las
6 de la tarde. Denominado como “chapeau claque” o “gibus hat”
resultaba muy cómodo para las veladas en las que el sombrero debía desaparecer
de las cabezas, una vez bajo techo. Ya podría llevarse bajo el brazo, estando
de pié o colocado al lado de las butacas de la ópera o el teatro. Al sombrero de copa siempre con
copa regular, es decir, de igual perímetro en la boca y en el remate, le surge
un competidor: los sombreros de copa baja para verano, cercanos al canotié.
Cabello: Se abandona el tupé, el pelo se
peina con raya lateral y se apelmaza sobre el cogote al tiempo que se abultan
las guedejas de rizos laterales a juego con el peinado de bandós femenino.
Crecen las barbas y los mostachos, ahora de rigor, y a mediados de siglo, las
patillas y carrilleras.
Accesorios: Con la
aparición de los bolsillos en los chalecos, se aceptaba que los relojes fueran
colocados en ellos. El dije se convierte en cadena más larga que permita
prenderla a uno de los botones del chaleco, con el fin de que no se cayera el
reloj al ser manipulado. Esta cadena, como los anteriores dijes, eran
elaboradas de oro o plata y decoradas con joyas, aunque la recomendación
recordaba que “
el control de la decoración y el adorno es mucho más varonil
y elegante”. Con la aparición de los puños a vista y la necesidad de
mantenerlos planchados, surge el uso de los gemelos. Se recomienda que estos
sean pequeños y sencillos, generalmente elaborados en oro y adornados con
diamantes, perlas negras u otras piedras preciosas.
Sobretodos: Se generaliza la moda de los gabanes o
paletós, los abrigos entendidos en sentido contemporáneo.