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jueves, 16 de agosto de 2018

O tienes amor, o comes barro.

   «Niña de color quebrado, o tienes amor o comes barro». La singular cita, de Lope de Vega en El Acero de Madrid (1608), ilustra el tema central de esta curiosidad enmarcada en el prolífico siglo XVII. La bucarofagia, nombre técnico de lo que simplemente es comer barro, fue utilizada frecuentemente para prevenir embarazos y regular las menstruaciones. El diagnóstico tras la ingesta de esta arena arcillosa era lo que se conoce como opilación, una obstrucción intestinal que provocaba una interrupción en las reglas femeninas. Paralelamente, la toma del barro aclaraba la piel hasta un tono blanquecino que se ajustaba fielmente a los canones de distinción social en la fecha, por lo que aumentó su uso entre las clases pudientes. El peligro, sin embargo, radicaba en que llegara a afectar más de lo esperado al hígado, y el pretendido blanco mutara en un amarillo enfermizo.


   A continuación os dejo un fragmento del libro El día de fiesta por la mañana y por la tarde, de Juan de Zabaleta, publicado en Madrid en 1654.

   -Apéanse a este tiempo de un coche en la puerta de la casa una mujer mayor que tiene el marido en un gobierno en las Indias, y una hija suya doncella opilada, tan sin color como si no viviera. Nadie juzgara que salía del coche para la visita, sino para la sepultura. Comía esta doncella barro. ¡Linda golosina! ¡Cuánto diera esta moza por estar enterrada, por tener la boca llena de tierra! Dios hizo a esta mujer de barro, y ella con el barro se deshace. Ésta y la de los parchecitos en las sienes parece que andan buscando con qué hacerse feas. De la manera que la tierra enturbia el agua enturbia el color puro de un rostro la tierra comida. Mucha gana parece que tiene de pecar la que come barro. Lo primero, porque comete el pecado de peor gusto de cuantos se cometen. Luego, porque, siendo difícil mucho defendernos de los antojos culpables de este barro de que somos hechos, ella echa más barro.

   Llegan al estrado, donde son con agasajo recibidas. Antes de sentarse dice, mirando a la doncella, la viuda: «¡Válgate Dios por muchacha, y cuál estás! ¡Ea! De misma manera estaba yo antes que me casara». Vanse a sentar, y la vieja, con las faldas, quiebra un barro de Natán que estaba sobre un bufetillo. Asústase mucho, y dice a la dueña de la casa: «Amiga, yo daré satisfación de mi descuido: del primer cajón destos barros que envíe el Gobernador os enviaré media docena». Mandas que toman el plazo largo no son más que mentira sabrosa. La dueña de la casa dice, con una risa muy desapasionada: «La mayor merced del mundo me habéis hecho en quebrar esa sabandija, porque eran insufribles las tentaciones que me daban de beber por instantes»; y entre sí estaba diciendo: «¡Pluguiera a Dios se te hubiera quebrado un ojo antes que el barro!». Toman almohadas y enlázanse en la conversación. 

   En esto estaban embebidas cuando la doncella, que había parado con la mudanza de lugares que ocasionaban las que entraban nuevamente junto al bufetillo en que se había quebrado el barro, agarró ladronamente dos o tres casquillos, metiolos en la estufilla, y llevándola hacia la nariz con la una mano, como a sacarle el frío, con la otra disimuladamente llegó un casquillo de búcaro a la boca y mordiole. Reparó en la travesura de la doncella la viuda, y encarándose con ella la dijo: «¡Vaya noramala! ¡Eche ese barro de la boca ¿piensa que no la vemos?». La moza se sonrió y escupió el barro. Engarrafose della, sacola del manguito el hurto, y arrojolo en mitad de la sala. La madre viendo aquello, dijo: «Amigas: esta mala hembra ha de acabar con mi vida antes que con la suya. Por verme sin ella la he de casar con el primero que pase por la calle. Decía entonces entre si la doncella: «¡Nunca otro mal me haga!». La despejada dijo: «Muchacha: ¿el barro do fuiste hecha comes? ¿No ves que es incesto en la golosina?»


Niña del color quebrado,
o tienes amor, o comes barro.
Niña, que al salir el alba
dorando los verdes prados,
esmaltan el de Madrid
de jazmines tus pies blancos;
tú, que vives sin color,
y no vives sin cuidado,
o tienes amor, o comes barro.

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