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viernes, 29 de enero de 2016

Vistiendo a un caballero de comienzos del S. XIX. Ropa interior.

    Vamos a empezar nuestra toilette desde dentro hacia fuera. La ropa interior de nuestro “galán” se compone de una camisa, medias y calzoncillos. La camisa solía ser de hilo o algodón blanco. El largo solía llegar hasta aproximadamente la ingle, con vuelo tanto en el cuerpo como en las mangas. Generalmente se confeccionaban a partir de piezas cuadradas, es decir, sin forma en las sisas, hombros y caja de cuello. En la zona de las axilas se solía añadir un cuadrado de tela de forma transversal para añadir holgura. Otro aspecto muy importante a tener en cuenta, es que no se abrían completamente, sino que disponían de una apertura parcial desde el cuello hasta aproximadamente la mitad del pecho. Dicha apertura se adornaba con volantes del mismo tejido. El cuello bastante alto y sin ballenas se abrochaba con un botón, quedando posteriormente cubierto por el pañuelo o crabat. Los puños suelen ser estrechos, de no más de 5 cms abrochados también con un botón de forma solapada, a la manera de nuestras modernas camisas sport. El uso de gemelos y puños franceses, es muy posterior, debiendo emplazarlo en la segunda mitad del S. XIX. Al igual que la portezuela del cuello, el puño se adornaba con un pequeño volante del mismo tejido que la camisa.



    Si bien el uso de calzoncillos es discutido por muchos autores, ya que no suelen ponerse de acuerdo a la hora de concretar en qué época se suele generalizar su uso, es muy probable que ya en esta época por motivos higiénicos se comenzaran a usar de forma más extendida. En España encontramos ejemplares muy antiguos que podrían enclavarse en dichos años. Este tipo de calzones también llamados zaragüelles solían estar confeccionados por dos rectángulos de algodón, hilo blanco o cáñamo blanqueado. Al igual que vimos en las camisas, se les añadía un cuadradillo de tela en el hondillo para ganar holgura. También llevaban cinturilla la cual se abrochaba con botones en la parte delantera y se ceñía con un cordón en la parte trasera. En el bajo solían llevar un dobladillo por el cual se pasaba una cinta para ceñirlos a la rodilla.



    El punto de media o calceta es una técnica con la que se crea un textil entrelazado manipulando horizontalmente una trama de hilo con dos o más agujas. En España la más antigua noticia que tenemos de estas medias es la que nos da Luis Cabrera de Córdoba cuando a principios del siglo XVII recuerda cómo se vestía al comenzar el reinado de Felipe II“Las medias eran de carisea, estameña, paño… aunque ya usaba el rey las de punto de aguja de seda que le enviaba en presente y regalo desde Toledo la mujer de Gutiérrez López de Padilla”. (Relación de las cosas sucedidas en la Corte de España desde 1549 hasta 1614). Esta era una prenda de lujo sólo al alcance de los poderosos, pero en el siglo XVIII ya está mucho más difundida, lo que no quita que, para alargar su vida, se zurcieran o se remendaran con frecuencia en la parte del pie que ocultaba el zapato. Confeccionadas en hilo fino de seda o de algodón, son muy elásticas, y se adaptan bastante bien a la silueta de la pierna, aunque para que no se caigan o se arruguen sigue siendo necesario el uso de las ligas. Las medias presentaban todas, unas partes diferenciadas en la zona superior, de un acabado más texturizado, a veces confeccionado con materiales más adherentes, para permitir un mayor agarre y por tanto más eficacia en la sujeción de la liga.  Como toda prenda que se ciñe, la media delata las imperfecciones del cuerpo y, para evitarlo, se utilizaban falsos postizos de lana que, atados entorno a la pantorrilla, daban un perfecto torneado a las piernas de cualquier edad y clase.




    Las medias se sujetaban con ligas, algunas de ellas muy elaboradas con bordados que, a modo de brazalete, abrazaban la pierna. Las ligas podían ser de seda, hilo de lana o de cordobán muy finas.



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