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jueves, 16 de agosto de 2018

O tienes amor, o comes barro.

   «Niña de color quebrado, o tienes amor o comes barro». La singular cita, de Lope de Vega en El Acero de Madrid (1608), ilustra el tema central de esta curiosidad enmarcada en el prolífico siglo XVII. La bucarofagia, nombre técnico de lo que simplemente es comer barro, fue utilizada frecuentemente para prevenir embarazos y regular las menstruaciones. El diagnóstico tras la ingesta de esta arena arcillosa era lo que se conoce como opilación, una obstrucción intestinal que provocaba una interrupción en las reglas femeninas. Paralelamente, la toma del barro aclaraba la piel hasta un tono blanquecino que se ajustaba fielmente a los canones de distinción social en la fecha, por lo que aumentó su uso entre las clases pudientes. El peligro, sin embargo, radicaba en que llegara a afectar más de lo esperado al hígado, y el pretendido blanco mutara en un amarillo enfermizo.


   A continuación os dejo un fragmento del libro El día de fiesta por la mañana y por la tarde, de Juan de Zabaleta, publicado en Madrid en 1654.

   -Apéanse a este tiempo de un coche en la puerta de la casa una mujer mayor que tiene el marido en un gobierno en las Indias, y una hija suya doncella opilada, tan sin color como si no viviera. Nadie juzgara que salía del coche para la visita, sino para la sepultura. Comía esta doncella barro. ¡Linda golosina! ¡Cuánto diera esta moza por estar enterrada, por tener la boca llena de tierra! Dios hizo a esta mujer de barro, y ella con el barro se deshace. Ésta y la de los parchecitos en las sienes parece que andan buscando con qué hacerse feas. De la manera que la tierra enturbia el agua enturbia el color puro de un rostro la tierra comida. Mucha gana parece que tiene de pecar la que come barro. Lo primero, porque comete el pecado de peor gusto de cuantos se cometen. Luego, porque, siendo difícil mucho defendernos de los antojos culpables de este barro de que somos hechos, ella echa más barro.

   Llegan al estrado, donde son con agasajo recibidas. Antes de sentarse dice, mirando a la doncella, la viuda: «¡Válgate Dios por muchacha, y cuál estás! ¡Ea! De misma manera estaba yo antes que me casara». Vanse a sentar, y la vieja, con las faldas, quiebra un barro de Natán que estaba sobre un bufetillo. Asústase mucho, y dice a la dueña de la casa: «Amiga, yo daré satisfación de mi descuido: del primer cajón destos barros que envíe el Gobernador os enviaré media docena». Mandas que toman el plazo largo no son más que mentira sabrosa. La dueña de la casa dice, con una risa muy desapasionada: «La mayor merced del mundo me habéis hecho en quebrar esa sabandija, porque eran insufribles las tentaciones que me daban de beber por instantes»; y entre sí estaba diciendo: «¡Pluguiera a Dios se te hubiera quebrado un ojo antes que el barro!». Toman almohadas y enlázanse en la conversación. 

   En esto estaban embebidas cuando la doncella, que había parado con la mudanza de lugares que ocasionaban las que entraban nuevamente junto al bufetillo en que se había quebrado el barro, agarró ladronamente dos o tres casquillos, metiolos en la estufilla, y llevándola hacia la nariz con la una mano, como a sacarle el frío, con la otra disimuladamente llegó un casquillo de búcaro a la boca y mordiole. Reparó en la travesura de la doncella la viuda, y encarándose con ella la dijo: «¡Vaya noramala! ¡Eche ese barro de la boca ¿piensa que no la vemos?». La moza se sonrió y escupió el barro. Engarrafose della, sacola del manguito el hurto, y arrojolo en mitad de la sala. La madre viendo aquello, dijo: «Amigas: esta mala hembra ha de acabar con mi vida antes que con la suya. Por verme sin ella la he de casar con el primero que pase por la calle. Decía entonces entre si la doncella: «¡Nunca otro mal me haga!». La despejada dijo: «Muchacha: ¿el barro do fuiste hecha comes? ¿No ves que es incesto en la golosina?»


Niña del color quebrado,
o tienes amor, o comes barro.
Niña, que al salir el alba
dorando los verdes prados,
esmaltan el de Madrid
de jazmines tus pies blancos;
tú, que vives sin color,
y no vives sin cuidado,
o tienes amor, o comes barro.

martes, 14 de agosto de 2018

Cuidado de manos y uñas.

   Las manos deben lavarse cuidadosamente todas las mañanas, y durante el día, cuantas veces sea necesario. Deben lavarse especialmente antes y después de sentarse a la mesa. En cuanto a las uñas, es menester evitar que se hagan largas. Todas las mañanas, después de lavarse las manos es conveniente arreglarse las uñas. Las uñas deben cortarse con tijeras, y no con cuchillo o cortaplumas.


   «Su ignorancia- dice Cervantes en El Quijote- les ha dado a entender a algunos que las uñas largas hermosean las manos, como si aquel excremento y añadidura que se dejan de cortar fuese a, siendo antes garras de cernícalo lagartijero, puerco y extraordinario abuso».

Pasta inglesa para suavizar las manos.

   Miel clarificada, 200 gramos; harina de almendras amargas, 200 gramos. Después de mezcladas estas sustancias, se añaden gradualmente 400 gramos de aceite de almendras dulces y dos o tres yemas de huevo, y se aromatiza con tres gramos de esencia de rosa u otro aroma.

Receta para hacer cold-cream.

   Se derriten a fuego lento 10 gramos de cera blanca y otros tantos de blanco de ballena en 50 gramos de aceite de almendras dulces; se separa del fuego, meneándolo hasta que se enfríe, y entonces, sin dejar de revolver, se le va incorporando 20 gotas de esencia de rosas, cinco de tintura de benjuí y dos de tintura de ámbar; cuando esté bien mezclado todo, se guarda para el uso.

Pomada de agraz.

   Esta es muy eficaz para mantener tersa la piel y secar las grietas, etc, preparándola bien. No se ha de hacer uso de racimos de uva antes de madurae; es preferible que sea agraz que jamás madure. Se tomarán 125 gramos de manteca sin sal, y se difundirá con 30 gramos de cera virgen, o sea amarilla,; y fundido que sea, se agregarán 65 gramos de jugo de agraz recién extraído por medio de un mortero de piedra con mano de madera, verificando la mezcla al calor de un fuego muy suave, hasta que se evapore la parte líquida; y bien incorporado todo, se deja enfriar. Para purgar la pomada del líquido que pudiera quedar en el fondo, se fundirá por segunda vez, y se pasará a través de un lienzo muy fino, mientras esté caliente, y se concluye por aromatizarla con unas gotas de esencia de limón, de bergamota u otra parecida.

Fuentes: Reglas de urbanidad y buenas maneras. El cocinero práctico.

jueves, 9 de agosto de 2018

Aseo de la cabeza.

   Las mujeres, por lo regular, están tan prendadas de su cabellera, que no hay necesidad de recomendarles su cuidado. Desgraciadamente, se ocupan más de su peinado y adornos que de su limpieza real. Los peinados complicados denotan el mal gusto y la frivolidad; los peinados más sencillos son los más bellos. Obsérvese el peinado de las estatuas griegas: descubren la frente y la nuca, cubren ligeramente las sienes y forman por detrás un ligero nudo flexible y ondulado.


   Los hombres no deben llevar sus cabellos largos. Para impedir en ellos la acumulación de grasa, y para mantener limpia la cabeza, se la someterá a frecuentes abluciones de agua fresca. Es conveniente distribuir con orden los cabellos; pero sería pueril en el hombre dar a su peinado una importancia excesiva.

   Nada de esencias, pomadas o cosméticos, en las cuales entran con frecuencia sustancias nocivas. El jabón ordinario y el agua fresca en abundancia deben bastar a los más exigentes. «Para oler bien- dijo Montaigne- no es menester oler».

Como cubrir las canas.

   Las canas desaparecen usando una tintura compuesta de nitrato de plata, 36 gramos, sulfato de cobre, cinco gramos, y agua, 250 centigramos cúbicos. Se añade amoníaco en cantidad suficiente para que se disuelva el precipitado que se forma, y se agrega después agua hasta completar un litro.

   Si se desea un resultado instantáneo, pásese primero por el pelo o barba una solución de ácido pirogálico en ácido acético, y después de dejarla secar, úsese la tintura que dejamos indicada.

   Todos los matices, desde el pardo al negro, pueden obtenerse con la citada tintura, variando de uno a cinco gramos por litro la concentración del ácido pirogálico.

Pomada Pompadour.

Aceite de almendras dulces, 30 gramos.
Cera virgen, 10 íd.
Esperma de ballena, 10 íd.

   Se derriten estas sustancias en el baño de María, y cuando la mezcla se haya enfriado, se añaden cuatro gotas de bálsamo del Perú y otras cuatro de esencia de geranio. Esta pomada da brillo y suavidad al cabello, y lo conserva.

Bandolina para el cabello.

Primera fórmula.

Aceite de almendras, 60 gramos.
Cera blanca, ocho íd.

   Después de fundidos estos ingredientes, se añaden ocho gramos de tintura de almáciga y 20 de esencia de bergamota.

Segunda fórmula.

Mucílago de membrillo, 120 gramos.
Agua de colonia, cuatro íd.

Fuentes: Reglas de urbanidad y buenas maneras. El cocinero práctico.

viernes, 3 de agosto de 2018

Higiene bucal.

   Continuemos con la siguiente entrada sobre higiene y cosmética, en este día versaremos sobre el cuidado bucal.


   La nariz y la boca deben limpiarse con mucho esmero. Aquella como órgano del olfato y que tanto contribuye a la respiración, exige las atenciones de cada momento con relación a la limpieza. Respecto a la boca, la primera ocupación que pide su conservación es la de lavarme interior y exteriormente los dientes con un cepillo por la parte que está colocada la esponja. La limpieza de la boca tiene por objeto además de la conservación de la dentadura, la de tener un aliento puro para no incomodar a las personas con quienes se habla.

   Las caries de los dientes proceden muchas veces de la falta de limpieza. Es menester lavarse todas las mañanas la boca con agua fresca, y limpiarse los dientes con un cepillo suave, a fin de no destruir el esmalte que los protege. Es menester igualmente limpiarse bien los dientes después de una comida; pero no con el tenedor ni con alfileres, con plumas u otros objetos de metal. Se empleará limpia-dientes de marfil, de madera o de pluma, y se llevará a cabo discretamente esta operación con el mayor disimulo. Si se sintiera algún dolor en los dientes, conviene ponerse cuanto antes en manos de un hábil dentista.

Polvos dentífricos exquisitos.

   Los mejores polvos para limpiar la dentadura son aquellos  en que domina el carbón, porque además de conservar la blancura, no quita el esmalte, purifica la boca, evita la caries y afirma las encías. He aquí una de las principales preparaciones:

   Póngase 30 gramos de carbón finamente pulverizado, tres gramos de quina amarilla en.polvo, tres gramos de azúcar en polvo, ocho gotas de esencia de menta, y mézclese todo esto cuidadosamente. Algunos preparan estos polvos tomando 30 gramos de carbón reducido a polvo impalpable y tamizado, mezclados con tres gramos de quina roja, 15 de crémor tártaro y un gramo de alcanfor.

Pomada dentífrica.

   Si se quiere convertir los polvos en pomada para conservar la dentadura y las encías, se agregará a la fórmula antedicha 40 gramos de miel de superior calidad, y bátase todo, disolviendo primero el alcanfor en un poco de alcohol.

Fuentes: Reglas de urbanidad para señoritas. Reglas de urbanidad y buenas maneras. El cocinero práctico.

jueves, 2 de agosto de 2018

El baño.

Hoy, y a petición de la diseñadora Laura Manuela, doy comienzo a una serie de entradas dedicadas a la higiene y cosmética en el siglo XIX. Para empezar, lo haremos con los baños.


Dijo un sabio: «No concibo que nadie falte a la limpieza y a la urbanidad; pues basta un vaso de agua para ser limpio, y descubrirse la cabeza para ser cortés».

Como el orín ataca al hierro, la suciedad va minando poco a poco la salud y acaba por destruir la vida. El aseo de nuestro cuerpo lo exigen de continuo el interés de la propia salud, el sentido de dignidad personal y el respeto debido a nuestros semejantes. El aseo debe ser general, y no limitado a las partes visibles de las manos y cabeza. La limpieza general viene a ser el índice de ciertas cualidades morales, como el espíritu de orden y de método en el trabajo, la delicadeza de gustos y sentimientos. Paul Janet veía en el aseo de los hombres del pueblo el signo más seguro de su civilización.

Todos los dias, al levantarnos, después de alabar a Dios y de invocar su ayuda en las obras que nos propongamos durante el día, debemos dedicar el tiempo que sea necesario al aseo completo de nuestro cuerpo. La limpieza del cuerpo viene a ser indicio de pureza de conciencia.

Todas las mañanas, después de vestirse, o al menos luego de haberse puesto los vestidos indispensables para presentarse con decencia, se debe peinar, cepillarse la cabeza, lavarse las manos y cortarse las uñas. En seguida se lava la cara, el cuello y las orejas, con agua no calentada por rigurosa que sea la estación, por ser un excelente preservativo contra el frío, a la acción del cual se estaría mucho más sensible si se lavase con agua tibia.

Baños para suavizar la piel.

Póngase a calentar en una gran caldera 15 litros de agua con cuatro kilogramos de salvado, uno de cebada perlada y otro de arroz, tres puñados de flor de malva, tres de gordolobo, ocho puñados de borrajas enteras y dos kilogramos de linaza. Al cabo de hervir una hora, se decanta el agua y se echa en el baño, colándola a través de un lienzo. Después de mantener una hora sumergido el cuerpo, la piel queda suave y satinada.

Fuentes: Reglas de urbanidad y buenas maneras. Reglas de urbanidad para señoritas. El cocinero práctico.

miércoles, 1 de agosto de 2018

El origen de la seda.

Leyenda china.


Existen muchas leyendas sobre el origen de la seda, como una persa que cuenta como la primera pareja de gusanos de seda surgió del cuerpo de Job. Como no son más que eso, leyendas, he escogido esta de Confucio en la que cuenta como el emperador Huang Ti le pidió a su esposa, la joven emperatriz de catorce años, Xi Lingshi, que investigara qué estaba ocurriendo con sus plantas de morera cuyas hojas desaparecían misteriosamente hasta que la planta moría.

Una tarde la emperatriz estaba en su jardín tomando una taza de té. Sentada a la mesa, conversaba con sus doncellas cuando una pequeña bolita, que parecía hecha de algodón, cayó desde un árbol sobre la taza que contenía su infusión. Sorprendida, tardó unos segundos en retirarla. Cuando lo hizo, al tirar de ella, vio que se deshilaba en una fina hebra de un precioso e iridiscente hilo, teniendo después la idea de tejerlo.

Tras observar la vida del gusano de seda y a instancias de su marido el emperador,  empezó a enseñar a su corte el modo de criarlos. Había nacido, por un lado, la industria de los tejidos de seda y, por otro, claro, la sericultura: la cría de gusanos de seda para transformar la seda de sus capullos en un tejido muy apreciado. Desde ese momento, la joven permanecerá en la mitología china como diosa de la seda.


martes, 31 de julio de 2018

Historia del abanico.

Leyenda japonesa.


   Ocurrió una noche calurosa en el hogar de un humilde artesano de abanicos, cuando un murciélago que entró por la ventana abierta fue a estrellarse contra la llama de un candil cuando el hombre lo trataba de espantar acuciado por su asustada mujer. Al día siguiente, la curiosidad del artesano le llevó a imitar las membranas plegables de las alas del murciélago en la elaboración de un abanico. Sea cierto o no tal origen, los más antiguos abanicos plegables japoneses se llaman «komori», que en japonés significa murciélago.

Leyenda china.


    Durante la festividad de las antorchas, la bella Kau-Si, hija de un mandarín, sofocada por el calor se quitó el antifaz que preservaba su intimidad, y con gesto nervioso y energía singular lo agitó ante su nariz llegando a formar una cortina que, además de lograr que su rostro siguiera invisible para los curiosos (por estar prohibida su visión a los hombres), refrescó el aire que la circundaba; el gesto atrevido, pero inteligente, fue imitado por el resto de las damas que la acompañaban, para general alivio.

lunes, 30 de julio de 2018

Jubón y casaca femeninos.

Para cubrir el cuerpo se usaba el jubón; corpiño muy ajustado. Estos cuerpos eran muy pequeños, de escote generoso y haldetas cortas. La espalda se cortaba en forma de trapecio, donde venían a ajustar los costadillos y los hombros. Las mangas eran ajustadas al brazo y el largo podía variar. Los tejidos más habituales eran los rasos y las sedas brocadas. Las costuras solían cubrirse con trencillas de lana o hilos metálicos. El escote al ser tan generoso se cubría con fichús de muselina o pañuelos de seda, siendo muy populares los denominados «pañuelos de llamas», llamados así por estar realizados en colores vivos y encendidos que recordaban las llamas del fuego.


La casaca era una prenda similar al jubón pero con faldón largo. Solían abrochar delante sobre un peto, prenda triangular que cubría el delantero del torso. Las mangas eran ajustadas y no llegaban a la muñeca. El puño se adornada con volantes de encaje, plisados y lazos. 

sábado, 28 de julio de 2018

La cotilla.

Diccionario de Autoridades.

Jubón sin mangas hecho de dos telas, embutido con barba de ballena, y pespuntado, sobre el cual se visten las mugeres el jubón o casaca, y trahen ajustado al cuerpo.

A lo largo de todo el siglo XVIII, la silueta de la mujer fue moldeada por las prendas de ropa interior, como la cotilla y el guardainfante. En la época rococó la parte superior de la cotilla fue bajando hasta dejar el pecho parcialmente al descubierto. La cotilla ya no comprimía todo el torso, sino más bien hacía subir el pecho, que asomaba entre un delicado remate de encaje en la parte del escote.


Este, pues, por sus pecados,
quiere a una niña de plata,
de estas de cotilla de oro,
y de tabí las enaguas.

viernes, 27 de julio de 2018

El guardainfante y el tontillo.

Diccionario de Autoridades.


Guardainfante. 1734

Cierto artificio mui hueco, hecho de alambres con cintas, que se ponían las mugeres en ña cintúra, y sobre él se ponían la basquiña.

Tontillo. 1739

Una especie de faldellín, ò guardapies, que udqn las mugeres, con aros de vallena, ù de otra materia, puestos à trechos, para que ahueque la demás ropa. Llamabase en lo antiguo Guardainfante.


La forma antigua del tontillo era acampanada, pero a medida que las faldas se fueron enganchando (hacia la mitad del siglo XVIII), se fue modificando y se dividió en dos mitades, a derecha e izquierda de la falda, dando paso al guardainfante. Aunque el enorme y poco práctico guardainfante era muchas veces objeto de caricatura, a las mujeres les encantaba esa moda. En la corte, el guardainfante ancho y la bata o vestido a la francesa, se convirtieron en elementos obligatorios de la indumentaria.

viernes, 20 de julio de 2018

Costumbres españolas. II


El traje de paseo de las señoras no admite mucha variedad. A no ser que esté ardiendo la casa una mujer no saldrá nunca a la calle sin unas enaguas de color negro, la basquiña, y un ancho velo que le cae de la cabeza sobre los hombros y se cruza delante del pecho a modo de chal al que damos el nombre de mantilla. Generalmente es de seda, guarnecida alrededor con una ancha blonda. En las tardes de verano se pueden ver algunas mantillas blancas pero ninguna mujer se atreverá a usarlas por la mañana ni mucho menos a entrar en un templo con tan “profano” atuendo. Un vistoso abanico es indispensable en todo tiempo, lo mismo dentro que fuera de casa».

(Cartas de España Madrid, 1972, p. 84)

La basquiña.


La basquiña la define el Diccionario de Autoridades en 1726 como: Ropa, ò saya que trahen las mugéres desde la cintúra al suelo, con sus pliegues, que hechos en la parte superiór forman la cintúra, y por la parte inferiór tiene mucho vuelo. Pónese encima de los guardapieses y demás ropa, y algunas tienen por detrás falda que arrastra. Pero el Diccionario de 1791 añade: «Pónese encima de toda la demás ropa y sirve comúnmente para salir a la calle».

En el último tercio del siglo XVIII aparece en España una forma de vestir que llamó la atención a los viajeros extranjeros y que vino a llamarse «traje nacional español». Dicha forma de vestir estuvo en uso hasta los años 20 del siglo XIX.

Las mujeres españolas, fuese cual fuese su clase social, se ponían siempre encima de sus demás vestidos, para ir a misa, de visita, de compras, o al paseo, una falda negra llamada basquiña y se cubrían la cabeza y los hombros con una mantilla, negra o blanca, (prendas que se quitaban tan pronto entraban en una casa, aunque fuesen a permanecer poco tiempo en ella).

Absolutamente todas las mujeres tenían basquiña y en general estaba confeccionada con un tejido más o menos suntuoso, dependiendo del poder adquisitivo de su propietaria, apareciendo en las Cartas de dote y testamentos, como la prenda de más valor. El color siempre era negro, aunque algunos ejemplares del siglo XVIII se encuentren también en color pardo. Por lo general se forraban con tafetán de color. Al ser una prenda de quita y pon, era necesario llevar debajo una saya o guardapies.

La basquiña se llevaba generalmente con un cuerpo muy ajustado denominado jubón, con faldones cortos, cerrado por delante, con amplio escote y mangas largas, aunque también podía llevarse sobre un brial.

jueves, 19 de julio de 2018

Brial.

Diccionario de Autoridades.


Género de vestido ò trage, de que usan las mugéres, que se ciñe y ata a la cintúra, y baxa en redondo hasta los pies, cubriendo todo el medio cuerpo: por cuya razón se llama también Guardapiés, ò Tapapiés, y de ordinário se hace de telas finas: como son los, rasos, brocádos de seda, oro, ò plata.

Covarrubias dice que antiguamente era vestidura de que solo usaban las Reínas y Señoras mui Ilustres, y que era su hechúra à manéra de monjil, como se prueba en la Historia del Rey Don Alonso el Septimo, donde se refiere que quando quitaron la vida por engáño à su hija, estaba vestida con briál.

miércoles, 18 de julio de 2018

Faldas.

Nuevamente vuelvo a traer varias acepciones del Diccionario de Autoridades.


Falda.

La parte del vestido talar, desde la cintúra abaxo: como la basquiña o brial de las mugeres. Dícese regularmente Faldas en plural.

Saya.

Ropa exterior con pliegues por la parte de arriba, que visten las mugéres, y baxa desde la cintura à los pies.

Faldellín.

Ropa interior que trahen las mugéres de la cintura abaxo, y tiene la abertúra por delante, y viene a ser lo mismo que lo que comunmente se llama Brial o guardapies.

lunes, 16 de julio de 2018

Diccionario de Autoridades. Prendas interiores.

Diccionario de Autoridades, 1732.


Medias.

La vestidura de la pierna, desde la rodilla abaxo. Llamose assí por ser la mitad de la calza que cubre también el muslo.

Ligas.

La cinta de seda, hilo, lana, cuero o otra matéria, con que se atan y asseguran las medias, para que no se caigan.

Enáguas.

Género de vestido hecho de lienzo blanco, a manera de guardapies, que baxa en redondo hasta los tovillos, y se ata por la cintúra, de que usan las mugeres, y le trahen ordinariamente debaxo de los demás vestidos.

sábado, 14 de julio de 2018

La camisa.

Diccionario de Autoridades 1729.


La vestidura de lienzo, fabricada regularmente de lino, que se pone en el cuerpo inmediata a la carne, y sobre la qual assientan los demás vestidos. Suele hacerse también de lienzo de cáñamo, como lo usan los rústicos: y aludiendo a esto, dice Covarrubias que algunos son de sentir se dixo Camísa de Cañamísa, por haver sido primero el uso del cáñamo, que el del líno. El P. Mariana, y Ambrósio de Morales sienten que es voz tomada de los Godos; pero lo mas verosimil parece haverse assí dicho del Latíno bárbaro Camísia, segun afirma San Isidoro.

lunes, 9 de julio de 2018

La mantilla.

La mantilla, según el Diccionario de Autoridades, es: «La cobertura de bayeta, grana u otra tela, con la que las mujeres se cubren y abrigan; la cual desciende desde la cabeza hasta más debajo de la cintura» (1732). Actualmente el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española la define como: «Prenda de seda, blonda, lana u otro tejido, adornado a veces con tul o encaje que usan las mujeres para cubrirse la cabeza y los hombros en fiestas y actos solemnes».


La costumbre femenina de cubrirse la cabeza viene de tiempos remotos. Las damas de Elche y Baza, esculturas íberas realizadas  hacia el siglo VI a. C., lucen velo y peineta. Posteriormente, a lo largo de la Edad Media se siguieron utilizando en la Península Ibérica diferentes tipos de tocados para cubrirse la cabeza. Su uso se generalizó desde el siglo XVI siendo extensivo a todas las clases sociales; junto al rosario y el abanico, la mantilla era un atuendo obligado para salir a la calle ya que solamente las solteras podían llevar la cabeza descubierta, aunque lo normal era que también la usaran al igual que  las niñas pequeñas. No fue hasta principios del siglo XVII cuando se extendió su uso, y evolucionó para convertirse en pieza ornamental del vestuario femenino, sustituyéndose el paño por los encajes como así lo atestiguan algunos cuadros del pintor sevillano Velázquez. Sin embargo, su uso no se generalizó entre las mujeres de alta posición hasta bien entrado el siglo XVIII tal como se aprecia en numerosos cuadros de Francisco de Goya.


Su evolución se vio influenciada por diferentes factores de tipo social, religioso, e incluso climático; condicionando estos últimos el tipo de material utilizado para su confección. En la zona norte se empleaban tejidos tupidos con el fin de servir de abrigo; generalmente paño, llegando a veces a completar su elaboración con terciopelo, seda o abalorios. En la zona sur los materiales que se empleaban eran más finos y ligeros, dado que su uso se limitaba a proteger del sol o servir como elemento decorativo del vestuario femenino. Su decoración se elaboraba con cuidado en ambas zonas, siendo las de diario más sencillas que las de “fiesta”.


Para su confección se utilizaban todo tipo de tejidos más o menos ricos dependiendo de la capacidad económica de su poseedora, desde vastos linos a finos paños y bayetas, pasando por la franela, la sarga, el tafetán, la gasa, el raso o la seda; a veces una misma prenda  se confeccionaba con distintos tejidos uno para el anverso y otro para el reverso, por ejemplo mantillas de raso forradas de tafetán incluso de colores diferentes. Para sujetarla se usaban frecuentemente broches de plata. Las damas con posibles tenían varias mantillas, y aunque nos parezca sorprendente, los colores de moda en la época eran intensos. Entre los más comunes estaban los llamados carmesí, color de fuego, encarnado, color de ámbar y el verde. El efecto de las mujeres luciendo mantillas de tan vivos colores debía ser de lo más llamativo. A mediados del siglo XVIII se impusieron los tonos pastel, típicos del Rococó como el rosa o el celeste y hacia 1790 se comenzó a tender hacia el blanco o el negro, siendo  la muselina, tela de algodón muy liviana que provenía de La India, la gran protagonista.



Para enriquecer  la mantilla normalmente se guarnecía  con encajes blancos o negros por lo que  su precio se disparaba ya que la labor de los bolillos se realizaba exclusivamente a mano. Durante el siglo XVIII se produjo la gran eclosión del encaje, fue una moda que causó furor siendo los más apreciados las blondas francesas y los de Bruselas aunque también en España se elaboraban de gran calidad, sobre todo en Valencia y Cataluña. No solamente se guarnecían las mantillas con encaje sino también con hilo de plata o con galón de oro. Las más económicas que se han encontrado en las cartas de dote eran las de bayeta, su precio podía rondar los 10 reales, las de raso o seda estaban entre  los 60  y 200 reales, pero sin duda las más caras eran las de encaje de blonda francés, por ejemplo una mantilla de gasa negra a rayas guarnecida con blondas anchas de Francia costó 895 reales, una cifra verdaderamente elevada.

sábado, 16 de junio de 2018

Costumbres españolas I.

«En España las señoras van a misa tan tapadas que no se las conoce con facilidad. Todas usan para esa tarea un vestido característico del país, que incluye la basquiña, o refajo de seda negra, y la mantilla, que hace las veces de manto y velo, permitiéndolas ocultar la cara por completo. De esta guisa tienen total libertad para ir a donde les apetezca». 

Joseph Townsend 1787.



sábado, 9 de junio de 2018

La ropa interior femenina a comienzos del siglo XIX.

La camisa.


La primera prenda que se vestía era la camisa, que solía estar realizada en lienzo blanqueado o en lino. Dicha camisa se realizaba con patrones a base de líneas rectas, llevando unos cuadradillos en las sisas para ganar holgura. El largo llegaba hasta debajo de las rodillas. No solían ir adornadas en modo alguno. Estas camisas solían mudarse aproximadamente entre cada tres a siete días.

Las medias.

La siguiente prenda en vestirse eran las medias. Estas podían ser de algodón o seda y llegaban hasta arriba de las rodillas. Los colores eran vistosos y en contraste con el resto del vestuario. Dichas medias se sujetaban a las piernas por medio de unas ligas atadas debajo de las rodillas. Estas ligas se realizaban en lana trenzada, cordobán o seda bordada. En los bordados, además de flores o formas geométricas, solían aparecer frases de amor u oraciones.

La cotilla.

Una de las prendas interiores más importante era la cotilla, la cual se realizaba con tejidos resistentes y se embaraba para darle rigidez.
El Diccionario de Autoridades nos dice lo siguiente: «Cotilla: Jubón sin mangas hecho de dos telas, embutido con barba de ballena, y pespuntado, sobre el qual se visten las mugeres el jubón o casaca, y trahen ajustado el cuerpo».
Se ceñía con cordones, estando estos situados en la parte delantera o trasera de la prenda. También constaban de tirantes regulables. Al elevarse el talle de los vestidos, ya no es necesario acentuar la cintura, más bien lo que se busca es realzar el busto, el cual aparece generoso y redondeado, quedando en ocasiones separados ambos pechos por medio de una pala de madera que se ubicaba en el centro de la cotilla.

Las enaguas.

Por último se vestía la enagua, la cual se realizaba con lienzo. Algunos ejemplares se adornaban con alforzas y volantes del mismo tejido. Se podía llevar una, o varias enaguas. Sobre ellas se vestía la bata o el guardapies.