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lunes, 16 de marzo de 2015

Forrar botones.

    ¡Hola a todos!

    Hoy vamos a aprender a forrar botones, como veremos es la mar de entretenido y fácil. Los kits para forrar botones los podemos encontrar AQUÍ.













¡Un saludo!

viernes, 13 de marzo de 2015

martes, 10 de marzo de 2015

El esnobismo en la moda masculina.

    Esnob es un anglicismo (derivado de la palabra snob) con el cual se denomina a una persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos a quienes considera distinguidos o de clase social alta para aparentar ser igual que ellos. Su plural es «esnobs». Deseosos de pertenecer a la élite, los esnobs tienden a reproducir el comportamiento de una clase social o intelectual a la que consideran superior. Muchas veces imitan las características de esta clase, ya sea en el lenguaje, los gustos, las modas y estilos de vida. Al mismo tiempo tratan con desprecio a los que consideran inferiores. Esta forma de mimetismo social, definida por primera vez por William Makepeace Thackeray, fue analizada por sociólogos como Thorstein Veblen o Norbert Elias. El término es de origen dialectal inglés, con el significado de «zapatero remendón» —supuesta adaptación del gaélico escocés snab— y, por extensión, una persona de clase social baja o humilde. Hace tiempo era habitual considerar que el origen de la palabra inglesa snob era una contracción de la frase latina sine nobilitate (‘sin nobleza’), lo cual no está comprobado.


    Ortega y Gasset da una breve explicación del uso de la palabra snob como contracción del término sine nobilitate explicando que: "En Inglaterra las listas de vecinos indicaban junto a cada nombre el oficio y rango de la persona. Por eso, junto al nombre de los simples burgueses aparecía la abreviatura s. nob. es decir, sin nobleza”. Este es el origen de la palabra snob. El sentido moderno de la palabra para indicar el deseo de aparentar la pertenencia a una clase social superior se estableció a mediados del siglo XIX, gracias a una serie de artículos publicados por William Makepeace Thackeray en la revista Punch bajo el título «The Snobs of England by One of Themselves», y posteriormente editados como libro en 1848. En palabras de Thackeray: "Aquel que admira mezquinamente cosas mezquinas, no es más que un snob".


    Un petimetre es un personaje tipo que aparece de vez en cuando en obras de ficción. Es una persona que suele, fastidiosamente, vestir excesivamente elegante y darse aires, aspirando a que lo vean como un aristócrata. En inglés, se le llama fop.
    El término español «petimetre» proviene, según la RAE, del francés petit maître ("pequeño señor", "señorito"), y significa “persona que se preocupa mucho de su compostura y de seguir las modas”. En sentido parecido pero más coloquial, el término «pisaverde», con el significado de “hombre presumido y afeminado, que no conoce más ocupación que la de acicalarse, perfumarse y andar vagando todo el día en busca de galanteos”. En la segunda mitad del siglo XVIII era un estereotipo social objeto de crítica, especialmente por su ociosidad y su seguimiento acrítico de las modas francesas y en general de todo lo francés, llegando a extremos ridículos (incluso en la adulteración de la lengua -mezclada con la española- o la cultura francesa -especialmente vulgarizaciones de enciclopedistas y philosophes-). Ejemplos de ello son Los eruditos a la violeta, de José de Cadalso y varios episodios de las Cartas Marruecas, del mismo autor; o poesías satíricas como las fábulas de Tomás de Iriarte y Félix María de Samaniego. Su contrafigura, desde una postura casticista, era el manolo o majo, proveniente de las clases populares, e imitado estéticamente por las clases superiores.
    Una de las primeras veces en que aparece este personaje como estereotipo, es en la obra de Molière de 1671, El burgués gentilhombre. Esta obra asume la estructura social de la Francia de la época. Su premisa central se refiere a M. Jourdain, un burgués, un miembro de la clase media, que intenta rehacerse como un aristócrata y un «caballero». La comedia se centra en su ridícula obsesión por estar vestido con demasiada elegancia, y sus vanas afirmaciones. Este tipo aparece igualmente en la comedia de la Restauración británica, en The Relapse (1696) de John Vanbrugh.
    En la primera década del siglo XX los héroes se hacían pasar por petimetres a fin de poder ocultar sus verdaderas actividades.


    Un dandi (del inglés dandy) es, o quizá mejor fue, un grupo de personas o estereotipo social entre lo literario y lo real proveniente de la pequeña burguesía o de la reciente aristocracia, nunca de la aristocracia asentada, que se convirtieron en un referente del vestir y las costumbres para su sociedad desde finales del siglo XVIII hasta finales del XIX.
    Fue un movimiento nacido de la burguesía revolucionaria y post revolucionaria, contestatario con la sociedad de su época por su nueva forma de vestir y comportamientos altaneros  aunque fracasados vitalmente; pero que contribuyó a crear la moda masculina actual; así como el concepto de celebridad por su elegancia y buen gusto.
    La corriente asociada al dandi se denomina «dandismo» tuvo su origen en la sociedad inglesa y francesa de finales del siglo XVIII. Posteriormente se iría expandiendo a otras naciones llevado por personas que habían residido en ciudades como Londres y París. Sería el caso de Mariano José de Larra, que no fue un dandi, pero si trajo de Francia costumbres que chocaban con los españolas y mostrando fe en el progreso, propio de los dandis.
    Su final, es discutido como también lo es su propia existencia. Para académicos como Félix de Azua este llega con la Guerra Franco-Prusiana y la Primera Guerra Mundial. Para autores como Page-Font la figura del dandi volvió a surgir en el cine con fuerza tras las dos guerras mundiales y, según el mismo autor, puede considerarse que perdura de una forma u otra en nuestros días.


    Macaroni, en la Inglaterra de mediados del siglo XVIII, designaba al hombre obsesionado con la moda que vestía y hablaba de un modo amanerado. El término se utilizaba de forma peyorativa contra las personas que excedían los límites convencionales en su vestimenta, hábitos culinarios y afición por las apuestas. Igual que el que emplea un lenguaje macarrónico, el macaroni mezclaba su pose importada de la Europa continental con su naturaleza inglesa, lo  que hacía de él un objeto propicio para la sátira.
    Los jóvenes de la época que habían estado en Italia adoptaron la expresión "maccherone" -que designaba a la persona necia y ostentosa- y la usaron como adjetivo para todo lo que estuviera a la moda. Horace Walpole escribía en una carta a un amigo fechada en el año 1764 sobre "El Club Macaroni, formado por todos los jóvenes viajados que lucen largos peinados rizados y usan prismáticos". El mencionado "club" no era tal: la expresión se usaba con un significado específico cuando se refería a los grupos de jóvenes que vestían con un lujo enorme y pelucas empolvadas. Los macaroni mezclaban el disfrute de la bebida, el sexo y la música con la ropa afeminada. Se pueden considerar como los antecesores de los dandis o los metrosexuales.
    En 1773, James Boswell cabalgaba de viaje por Escocia con el lexicógrafo Samuel Johnson, famoso por su seriedad. Johnson no acababa de estar cómodo en la silla de montar, por lo que Boswell le espetó: "Eres un londinense refinado, un maccaroni: no sabes cabalgar"
    En la novela de Oliver Goldsmith Doblegada para vencer (She Stoops to Conquer, 1773), cuando el malentendido se esclarece y el joven Marlowe descubre que estaba equivocado, se insulta a sí mismo como "Dullissimo Maccaroni" (combinando la voz inglesa "Dull" -estúpido, simple- y el sufijo superlativo italiano "íssimo").

    La canción Yandee Doodle Dandy, originaria de los tiempos de la Revolución Americana, contiene un verso que dice: "Le puso una pluma a su sombrero y lo llamó un Macaroni". La broma consiste en retratar a los americanos como gente tan cándida como para creer que bastaba una pluma en el sombrero para lucir un estilo sofisticado. Existe una discusión sobre si esta era una versión paródica elaborada por los propios ingleses sobre el verso original, pero en cualquier caso fue adoptada con entusiasmo por los rebeldes americanos.

Fuentes: EL Siglo de las Luces.

lunes, 9 de marzo de 2015

La moda durante el periodo revolucionario.

    ¡Hola a todos!

    Hoy vamos a retroceder hasta finales del siglo XVIII para así poder entender mejor la evolución el vestuario masculino durante el siglo XIX. ¿Venís conmigo a tomar La Bastilla?

    En 1789 la Revolución Francesa produjo un profundo cambio en la estética de la moda, y el material favorito cambió de la seda al sencillo algodón. Fue una revolución provocada por diversos factores: el fracaso de la economía nacional, el creciente conflicto entre la aristocracia y aquellos con prerrogativa real, el descontento de una mayoría de ciudadanos frente a las clases más privilegiadas y una prolongada y severa escasez de alimentos. La Revolución adoptó una manera de vestir como objeto de propaganda ideológica de la nueva era, y los revolucionarios manifestaron su espíritu rebelde apropiándose de la indumentaria de las clases bajas.


    Aquellos que todavía vestían ropas de seda extravagantes y de vivos colores eran considerados antirevolucionarios. En lugar del calzón y las medias de seda que simbolizaban la nobleza, los revolucionarios se pusieron pantalones largos llamados sans-culottes. Además del pantalón, el simpatizante revolucionario lucía una casaca llamada carmagnole, un gorro frigio, una escarapela tricolor y zuecos. Esta moda, que tiene su origen en el gusto inglés, más sencillo, evolucionó hacia un estilo de casaca y pantalón que posteriormente fue adoptado por el ciudadano del siglo XIX. Pero no todo cambió en 1789. Si bien durante la revolución surgieron nuevos estilos de moda que se sucedían rápidamente, reflejando la cambiante situación política, el atuendo clásico, como el terno a la francesa, se seguía utilizando como traje oficial de la corte. Las nuevas modas convivieron con las antiguas durante todo el periodo revolucionario.


    En algunos casos el caótico clima social generó modas excéntricas. Los jóvenes franceses, en especial, adoptaron estilos radicales, inusuales y frívolos. Durante el Terror, los muscadins, un grupo de jóvenes contrarevolucionarios, protestaron contra el nuevo orden y se vistieron con excéntricas casacas negras de amplias solapas y grandes corbatas. Siguiendo la misma línea de excentricidad, los petimetres (petit-maîtres), llamados incroyables, aparecieron durante el periodo del Directorio. Los cuellos extremadamente altos caracterizaban su vestimenta, además de las grandes solapas dobladas hacia atrás, chalecos chillones, corbatas anchas, calzones, cabello corto y bicornios en lugar de tricornios. Su equivalente en femenino, las conocidas cómo merveilleuses, lucían vestidos extremadamente finos y diáfanos, sin corsé ni guardainfantes. En las ilustraciones de moda de la Gallerie of fashion (1794-1802, Londres), De Nicolaus von Heideloff, se pueden ver vestidos redondos, así como otros con la cintura situada bajo el busto y formados por corpiños y faldas de una sola pieza. El vestido redondo más adelante se transformó en el vestido camisa o camisero, el atuendo de algodón más popular de principios del siglo XIX.


    Mientras que en Inglaterra la modernización fue debida a la Revolución Industrial, la sociedad francesa recibió nuevos impulsos en la última época del rococó gracias a la revolución política. Situada frente al telón de fondo de tal malestar social, la moda europea avanzó hacia la nueva modernidad.


Fuentes: Tatami Suoh, director del Instituto de la indumentaria de Kioto.