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jueves, 2 de agosto de 2018

El baño.

Hoy, y a petición de la diseñadora Laura Manuela, doy comienzo a una serie de entradas dedicadas a la higiene y cosmética en el siglo XIX. Para empezar, lo haremos con los baños.


Dijo un sabio: «No concibo que nadie falte a la limpieza y a la urbanidad; pues basta un vaso de agua para ser limpio, y descubrirse la cabeza para ser cortés».

Como el orín ataca al hierro, la suciedad va minando poco a poco la salud y acaba por destruir la vida. El aseo de nuestro cuerpo lo exigen de continuo el interés de la propia salud, el sentido de dignidad personal y el respeto debido a nuestros semejantes. El aseo debe ser general, y no limitado a las partes visibles de las manos y cabeza. La limpieza general viene a ser el índice de ciertas cualidades morales, como el espíritu de orden y de método en el trabajo, la delicadeza de gustos y sentimientos. Paul Janet veía en el aseo de los hombres del pueblo el signo más seguro de su civilización.

Todos los dias, al levantarnos, después de alabar a Dios y de invocar su ayuda en las obras que nos propongamos durante el día, debemos dedicar el tiempo que sea necesario al aseo completo de nuestro cuerpo. La limpieza del cuerpo viene a ser indicio de pureza de conciencia.

Todas las mañanas, después de vestirse, o al menos luego de haberse puesto los vestidos indispensables para presentarse con decencia, se debe peinar, cepillarse la cabeza, lavarse las manos y cortarse las uñas. En seguida se lava la cara, el cuello y las orejas, con agua no calentada por rigurosa que sea la estación, por ser un excelente preservativo contra el frío, a la acción del cual se estaría mucho más sensible si se lavase con agua tibia.

Baños para suavizar la piel.

Póngase a calentar en una gran caldera 15 litros de agua con cuatro kilogramos de salvado, uno de cebada perlada y otro de arroz, tres puñados de flor de malva, tres de gordolobo, ocho puñados de borrajas enteras y dos kilogramos de linaza. Al cabo de hervir una hora, se decanta el agua y se echa en el baño, colándola a través de un lienzo. Después de mantener una hora sumergido el cuerpo, la piel queda suave y satinada.

Fuentes: Reglas de urbanidad y buenas maneras. Reglas de urbanidad para señoritas. El cocinero práctico.

2 comentarios:

  1. Maravilloso. Y el texto del cual extrajiste esto debe de ser igual de maravilloso y único. Me encanta la manera en la que se dirige al lector y trata de persuadirlo respecto al aseo cotidiano.

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    1. Me alegra que te haya gustado, porque va a haber más entradas así.

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