¡Hola a todos!
Y ahora para entrar un poco en papel, vamos a acercarnos a la Sevilla de 1840 gracias a estos apuntes de Sevillapedia. Una Sevilla que trataba de recuperarse de la invasión francesa, el expolio de obras de arte por parte del mariscal Soult o la desamortización de Mendizábal entre otras muchas calamidades que azotaron durante este siglo a la capital hispalense.
En agosto de 1800 comenzaron los primeros casos en Triana de una epidemia de fiebre amarilla americana, Typhus icteroides, que rápidamente se extiende a través del río Guadalquivir; las autoridades intentaron atajarla prohibiendo actos públicos como teatros, pero en contrapartida las rogatorias en otros actos piadosos acabarían fomentando el rápido contagio. Ésta duraría hasta principios de 1801 y con ocasión de la misma, la población pasaría de los 80.598 a los 65.000 habitantes. En esta época aún se mantenía la costumbre de inhumar los restos humanos dentro de los edificios religiosos o en sus cementerios anexos, a pesar de que ya se había regulado su enterramiento extramuros; sin embargo, el devastador número de fallecidos obligó a hacer fosas comunes en el prado de San Sebastián y en La Macarena.
Y ahora para entrar un poco en papel, vamos a acercarnos a la Sevilla de 1840 gracias a estos apuntes de Sevillapedia. Una Sevilla que trataba de recuperarse de la invasión francesa, el expolio de obras de arte por parte del mariscal Soult o la desamortización de Mendizábal entre otras muchas calamidades que azotaron durante este siglo a la capital hispalense.
En agosto de 1800 comenzaron los primeros casos en Triana de una epidemia de fiebre amarilla americana, Typhus icteroides, que rápidamente se extiende a través del río Guadalquivir; las autoridades intentaron atajarla prohibiendo actos públicos como teatros, pero en contrapartida las rogatorias en otros actos piadosos acabarían fomentando el rápido contagio. Ésta duraría hasta principios de 1801 y con ocasión de la misma, la población pasaría de los 80.598 a los 65.000 habitantes. En esta época aún se mantenía la costumbre de inhumar los restos humanos dentro de los edificios religiosos o en sus cementerios anexos, a pesar de que ya se había regulado su enterramiento extramuros; sin embargo, el devastador número de fallecidos obligó a hacer fosas comunes en el prado de San Sebastián y en La Macarena.
Tras el pronunciamiento de Riego
de 1820 en Las Cabezas de San Juan, el rey Fernando VII se
ve forzado a acatar la Reforma Liberal, pero la Santa Alianza de los
absolutistas acude en su ayuda entrando nuevamente tropas francesas en España,
los denominados Cien Mil Hijos de San Luis. Las Cortes se ven obligadas a
trasladarse a Sevilla, celebrando sus sesiones del 23 de abril al 11
de junio de 1823 en San Hermenegildo, ya que el día 12 toman
la ciudad los invasores comenzando la conocida como «década ominosa» del final
del reinado fernandino. En 1825 se nombra como asistente a José
Manuel de Arjona, quien realizará muchas mejoras en la ciudad. Así como el paseo
de las Delicias, la plaza del Duque y los jardines de Cristina;
el acerado y empedrado de las calles; mejoras en los accesos desde Triana y
la Cruz del Campo; y el alumbrado con farolas de hierro, llamadas
fernandinas, que aún perduran en el centro. Además del aspecto urbanístico,
también impulsó la creación y potenciación de la Escuela de Tauromaquia, el
Conservatorio de Arte Dramático, la Escuela de las Tres Nobles Artes y el Diario
de Sevilla.
El reinado de Isabel II ocupa el
segundo tercio decimonónico, la primera parte del mismo, hasta 1843, como
regencia de María Cristina de Borbón Dos Sicilias. Hay dos hechos que marcan
notoriamente el curso de Sevilla, por un lado la supresión administrativa de
los reinos en favor de las provincias, bajo el ministro Javier de Burgos, en
1833, que suponen la pérdida del control administrativo desde la capital sobre
los territorios onubenses y gaditanos; por otro, las sucesivas
desamortizaciones, a la iglesia de Mendizábal en 1836 y a
ésta y los ayuntamientos de Pascual Madóz en 1855.
Por su parte, las
desamortizaciones supusieron un alivio para la deuda pública del Estado, pero
la desposesión de sus bienes a los eclesiásticos y a los municipios condujo a
una venta por lotes mal ofertada, de modo que el elevado coste de los lotes
hizo que sólo grandes fortunas pudieran acceder a ellos. Con lo que se
consolidaría una aristocracia, similar a la antigua nobleza, con la aparición
de latifundios y sus terratenientes propietarios, preludio de un posterior
caciquismo; polarizando la sociedad en cuanto a la riqueza, con una escasa
clase media entre ambos polos. Esta clase media se constituye sobre todo de
profesionales liberales ligados a instituciones culturales y administrativas,
que difiere mucho de una burguesía comercial que pueda ejercer como el motor
económico. A su vez, los terratenientes, apegados a sus tierras de secano,
supondrán una traba para favorecer el despegue industrial. La desaparición de
los gremios con Fernando VII y las desamortizaciones harán que los artesanos y
el clero se encuentren en una situación más precaria que en el siglo
precedente; si bien los religiosos, lejos de sus antiguos privilegios, con el cardenal Romo y
el concordato de 1851 aliviarán su situación.
Isabel II tuvo siempre un gran apego a la ciudad, visitándola solemnemente en 1862;
además, desde 1848 hasta 1868 se instalan en el antiguo colegio
de mareantes de San Telmo, los duques de Montpensier, Antonio de
Orleáns y su esposa María Luisa, hermana de la reina, convirtiéndose Sevilla en
una segunda corte. Los duques potenciarían la vida social, integrándose y
apoyando las actividades en ella; no obstante, sus pretensiones frustradas a la
corona, les obligarían a abandonarla. Durante el período isabelino con
intención de potenciar el sector agropecuario, se iniciaría una feria ganadera
en el prado de San Sebastián; en la cual pronto primará el aspecto folklórico y
festivo del evento.
Como podemos ver, la sociedad
sevillana era una sociedad poco evolucionada, con signos de arcaísmo. Una
Sevilla en la que el número de obreros era reducido, elevado el de campesinos y
artesanos, y muy alto el de criados. Una ciudad que se parecía bastante a la
del s. XVIII, y se diferenciaba de las grandes ciudades europeas más
evolucionadas e industriales. La situación de la gran mayoría de su población
será tan precaria como en el siglo de las luces, abundando la marginación
social (buhoneros, mendigos, gitanos), que proporcionaba una imagen pintoresca,
y a la vez peligrosa, reflejada por los autores románticos. No obstante, será
en este siglo cuando adquiera la especial impronta que le caracteriza en su
identidad. Es en este siglo cuando surgen los mitos de “Don Juan” y de “Carmen”,
cuando nace la Feria de Abril y se le da un halo romántico a la Semana
Santa.
¡Un cordial saludo!
¡Un cordial saludo!
Qué interesante tu post sobre la Sevilla romántica. ¡Habían multitud de detalles que no sabíamos!. ¿Sabes si queda de aquella época algún palacio visitable? ¿el de los duques de Montpensier todavía queda en pie?
ResponderEliminarUn abrazo
Pues no sé si hay alguna casa de época que sea visitable, la verdad. El palacio de San Telmo sí sigue en pie, ahora pertenece a la Junta de Andalucía. No sé si admite visitas, de todas formas no está acondicionado del mismo modo en que lo tuvieron los Montpensier. Sería fantástico poder recrear en Sevilla. Lamentablemente a mediados del siglo XX y en aras de la modernidad, se derribaron muchos palacetes decimonónicos en Sevilla. La Plaza del Duque sin ir más lejos perdió una magnífica iglesia gótico-mudejar del siglo XIII, el palacio de la familia Sánchez-Dalp, el palacio de los Cavaleri, el colegio Alfonso X el sabio, el hotel Venecia o la Farmacia Central. Una verdadera lástima.
Eliminar¡Un abrazo enorme!