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sábado, 7 de mayo de 2016

El vestido estilo Imperio.

    El vestido camisa o camisero, llamado así por su parecido con una camisola de ropa interior, se convirtió en la moda imperante a comienzos del S. XIX. Su simplicidad marcaba un fuerte contraste con los complicados vestidos rococó de la era anterior. Se abandonaron las prendas de ropa interior como el corset y el guardainfante, que habían sido imprescindibles para dar la exagerada forma a los vestidos femeninos de la época rococó durante el siglo anterior.


    Las mujeres preferían llevar vestidos de algodón blanco fino, casi transparente, con muy poca o ninguna ropa interior. El vestido camisa, con su cintura alta y cuerpo y falda de una sola pieza, tenía una línea clara y tubular. María Antonieta llevó un prototipo de este tipo de vestido, que se dio en llamar chemise à la reine, como puede verse en el retrato pintado por Elisabeth Vigée-Lebrun (1783). Un retrato posterior, en este caso Madame Récamier, pintado por François Gérard (1802, Museo Carnavalet, París), ilustra cómo esta forma de vestido se fue convirtiendo gradualmente en el estilo neoclásico que homenajeaba las refinadas formas geométricas de las antiguas Grecia y Roma. Se escogían materiales diáfanos como la muselina, la gasa y el percal por su simplicidad. Estos tejidos también sugerían que la función del vestido era cubrir y no modelar el cuerpo. El camisero era emblemático de una conciencia estética recién desarrollada y de los valores posrevolucionarios franceses. No obstante, el invierno europeo era demasiado frío para el fino material del vestido camisa, así que se popularizaron los chales de cachemira, que servían tanto para abrigar como para adornar el vestido. Además, las prácticas prendas de estilo inglés, como el Spencer o bolero y el redingote, ayudaban a protegerse del frío. Estas prendas exteriores mostraban una clara influencia de los uniformes militares napoleónicos, que habían adoptado atrevidos diseños para resaltar el valor de las tropas. Los chales de cachemira procedentes de la auténtica región india de Cachemira se hicieron populares cuando Napoleón los introdujo por primera vez en Francia tras su campaña egipcia en 1799.


    La estructura de este vestido continuó las formas introducidas durante el periodo del Directorio, que se ceñía bajo el busto y caía en una falda larga y recta, en forma de tubo hasta los pies. La silueta de este nuevo estilo hacía innecesario el uso del corsé dado que no se marcaba ya la cintura de forma tan ajustada como anteriormente. En los primeros años del siglo XIX, el cuerpo del vestido se mantiene sencillo y muestra ligereza, siguiendo el estilo directorio, con un escote recto y muy bajo desde el cual salían las mangas. La falda caía desde la línea de costura bajo el busto, haciéndose cada vez más estrecha hasta quedar un tubo recto de tela que podía tener cola o no. Un elemento común, que se mantuvo hasta aproximadamente 1813, fue el uso de escotes muy pronunciados, utilizados en los vestidos de noche y también de tarde. Los tejidos empleados eran livianos como la muselina, batista, linón, tul, algodón y gasas y poco a poco retornaron las sedas. Para los chales se utilizó tafetán, moiré y cachemira. Los colores eran tenues, verdes, castaños, blanco y pasteles. Los bordados eran de símbolos griegos y romanos, como los laureles y las grecas. Lentamente retornaron los hilos metálicos y los de seda multicolor.

    Con la autoproclamación de Napoleón Bonaparte como Emperador de Francia, el traje imperio conoce su máximo esplendor gracias a su mayor precursora, la Emperatriz Josefina. El cambio político y la aparición de una nueva corte en París, influye de manera notable en el vestido imperio. La muselina de algodón es sustituida por los tejidos confeccionados en seda de Lyon con bordados en oro, la silueta del traje cambia notablemente, aunque el talle de bajo del pecho, el color blanco y el aire neoclásico persiste, el traje aumenta su vuelo, los escotes se vuelven profundos, las mangas se establecen cortas y abombadas, además se le añade cola por la parte de atrás, dándole así un aire mucho mas regio y distinguido. El gran artífice del cambio del traje imperio fue Leroy, sastre de la emperatriz, realzando así la blanca piel y la esbelta figura de Josefina.



    A partir de 1806, aproximadamente, la consolidación de la corte napoleónica propició el abandono de la sencillez del Directorio, se pierde el aspecto de túnica, los vestidos se confeccionan de forma más estructurada y se corta el cuerpo de forma más ajustada y se acompaña de diversos cuellos y mangas de formas variadas. Entre estas, se introducen detalles renacentistas como: mangas acuchilladas, lechuguillas y adornos alrededor de los amplios escotes. También se empiezan a utilizar tejidos más lujosos y menos ligeros. La ligereza del conjunto en los primeros años no impidió que resurgiera el uso del corsé, hacia 1811, como prenda interior, oculta, que no tenía como misión ya ajustar la cintura, sino que su principal objetivo era abultar el pecho, que asomaba gracias a los generosos escotes. Igualmente se comienza en esos años a adornar el extremo del escote con tejido en su alrededor. Denominado por Von Boehn como cherruses y otros autores como cherrusque, se trataba de una tira de encaje o muselina ligera que, plegada o fruncida adornaba el cuello. Gradualmente se fue exagerando su empleo. La sencillez primitiva de los vestidos fue desapareciendo y fueron quedando ocultos detrás de estos múltiples adornos que incluyeron también lechuguillas de grandes dimensiones. También estuvo acompañado por diversos cuellos y mangas ajustadas hasta el puño o manga globo, siempre acompañada de guantes.

Fuentes: MODA de editorial Taschen.

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