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viernes, 6 de mayo de 2016

Introducción a la indumentaria estilo Imperio.

    Durante el siglo XVIII, Francia fue reconocida como líder mundial de la moda femenina. Esta reputación se consolidó en el siglo siguiente y el país se convirtió en la autoridad indiscutible en este terreno. Es en la segunda mitad del siglo XVIII, durante el reinado de Luis XVI junto a su esposa María Antonieta y en pleno apogeo del rococó, cuando el cambio en la moda empezó a fraguarse, antes incluso del cambio político acaecido durante la Revolución, que inevitablemente influyó en la consolidación del traje imperio. En esa época se introdujo en Francia el estilo inglés, de aire campestre y algo bucólico pero bastante elegante y que supuso una alternativa mucho más cómoda al encorsetado traje de corte francés, así que algunas mujeres de la alta aristocracia comenzaron a utilizar la robe à l´anglaise (vestido a la inglesa), conocido en España como vestido vaquero,  una chaqueta inspirada en el redingote masculino y un vestido de canesú ajustado que caía por encima de unas enaguas de crin de caballo en lugar del guardainfante ( estructura metálica para ahuecar las faldas, característica del traje femenino en el siglo XVIII).


    A esta relajación del vestir debido a la influencia de la moda inglesa, contribuye Maria Antonieta con su chemise à la reine, vestido camisero en forma de "T" confeccionado en muselina de algodón y ajustado debajo del pecho con un fajín, que se usaba sin necesidad de corsé ni miriñaque. Esta "camisa de la reina" fue encargada por ella misma a su modista Rose Bertin, para poder sentirse cómoda en el ambiente relajado que había creado en su "petit Trianon" alejado del protocolo estricto que aún regía la corte de Luis XVI. Fue muy criticada al posar vestida con esta prenda para ser retratada por Elisabeth Vigée-Lebrun (1783), ya que muchos consideraban que iba en ropa interior lo que resultaba obsceno. Sin duda la chemise à la reine fue el claro antecesor del vestido imperio.

    Durante el primer y caótico período revolucionario tuvo lugar un cambio espectacular en la moda femenina. La Revolución Francesa de 1789 provocó el desplome de la jerarquía social tradicional y dio paso a una rica burguesía que caracterizó a la sociedad francesa a lo largo del siglo XIX. Fue una revolución provocada por diversos factores: el fracaso de la economía nacional, el creciente conflicto entre la aristocracia y aquellos con prerrogativa real, el descontento de una mayoría de ciudadanos frente a las clases más privilegiadas y una prolongada y severa escasez de alimentos. Es por eso que corsés, miriñaques y pelucas empolvadas,  elementos tan característicos del absolutismo monárquico, son desterrados del vestuario femenino, en pro de una moda revolucionaria que desembocará en el vestido imperio con una clara influencia del neoclasicismo, mucho más simple y menos ostentoso, de tejidos sencillos, muy acorde con los ideales revolucionarios. Con el descubrimiento de Pompeya en 1748, las esculturas descubiertas influyen de manera decisiva en el vestido imperio. Durante el Directorio las mujeres en París parecían haber salido te templos romanos. En contraposición al excesivo lujo en los adornos durante el Antiguo Régimen, se ponen de moda pendientes, collares y brazaletes de cobre y bronce dónde se engarzaban pequeñas piedras semipreciosas.

    La Revolución adoptó una manera de vestir como objeto de propaganda ideológica de la nueva era, y los revolucionarios manifestaron su espíritu rebelde apropiándose de la indumentaria de las clases bajas. Aquellos que todavía vestían ropas de seda extravagantes y de vivos colores eran considerados antirrevolucionarios. En lugar del calzón y las medias de seda que simbolizaban la nobleza, los revolucionarios se pusieron pantalones largos llamados sans-culottes. Además del pantalón, el simpatizante revolucionario lucía una casaca llamada carmagnole, un gorro frigio, una escarapela tricolor y zuecos. Esta moda, que tiene su origen en el gusto inglés, más sencillo, evolucionó hacia un estilo de casaca y pantalón que posteriormente fue adoptado por el ciudadano del siglo XIX. Pero no todo cambió en 1789. Si bien durante la revolución surgieron nuevos estilos de moda que se sucedían rápidamente, reflejando la cambiante situación política, el atuendo clásico, como el terno a la francesa, se seguía utilizando como traje oficial de la corte. Las nuevas modas convivieron con las antiguas durante todo el periodo revolucionario.


    En algunos casos el caótico clima social generó modas excéntricas. Los jóvenes franceses, en especial, adoptaron estilos radicales, inusuales y frívolos. Durante el Terror, los muscadins, un grupo de jóvenes contrarrevolucionarios, protestaron contra el nuevo orden y se vistieron con excéntricas casacas negras de amplias solapas y grandes corbatas. Siguiendo la misma línea de excentricidad, los petimetres (petit-maîtres), llamados incroyables, aparecieron durante el periodo del Directorio. Los cuellos extremadamente altos caracterizaban su vestimenta, además de las grandes solapas dobladas hacia atrás, chalecos chillones, corbatas anchas, calzones, cabello corto y bicornios en lugar de tricornios. Su equivalente en femenino, las conocidas cómo merveilleuses, lucían vestidos extremadamente finos y diáfanos, sin corsé ni guardainfantes. En las ilustraciones de moda de la Gallerie of fashion (1794-1802, Londres), De Nicolaus von Heideloff, se pueden ver vestidos redondos, así como otros con la cintura situada bajo el busto y formados por corpiños y faldas de una sola pieza. El vestido redondo más adelante se transformó en el vestido camisa o camisero, el atuendo de algodón más popular de principios del siglo XIX. Mientras que en Inglaterra la modernización fue debida a la Revolución Industrial, la sociedad francesa recibió nuevos impulsos en la última época del rococó gracias a la revolución política. Situada frente al telón de fondo de tal malestar social, la moda europea avanzó hacia la nueva modernidad.

Fuentes: MODA de editorial Taschen.

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