Leyenda japonesa.
Ocurrió una noche calurosa en el hogar de un humilde artesano de abanicos, cuando un murciélago que entró por la ventana abierta fue a estrellarse contra la llama de un candil cuando el hombre lo trataba de espantar acuciado por su asustada mujer. Al día siguiente, la curiosidad del artesano le llevó a imitar las membranas plegables de las alas del murciélago en la elaboración de un abanico. Sea cierto o no tal origen, los más antiguos abanicos plegables japoneses se llaman «komori», que en japonés significa murciélago.
Durante la festividad de las antorchas, la bella Kau-Si, hija de un mandarín, sofocada por el calor se quitó el antifaz que preservaba su intimidad, y con gesto nervioso y energía singular lo agitó ante su nariz llegando a formar una cortina que, además de lograr que su rostro siguiera invisible para los curiosos (por estar prohibida su visión a los hombres), refrescó el aire que la circundaba; el gesto atrevido, pero inteligente, fue imitado por el resto de las damas que la acompañaban, para general alivio.
Leyenda china.
Me encantan las dos versiones de la invención del abanico. Esta entrada me gusta mucho, mucho. Creo que la voy a compartir :)
ResponderEliminarSí, las dos son muy curiosas, sobretodo la del murciélago, que también es la más conocida.
ResponderEliminarSobre el abanico tengo que hablar en mi blog. Gracias por estar aportación. Me estoy abanicando.
ResponderEliminarBueno, esto no son más que un par de leyendas, no se pueden considerar historia. Pero al menos resultan curiosas.
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