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viernes, 15 de agosto de 2014

La basquiña y la mantilla.

    “El temperamento, el clima, las costumbres inveteradas que se han llegado a convertir en usos nacionales, han establecido modas peculiares a una nación, las cuales jamás pertenecerán a otra, y ni aun contribuirían al buen parecer de las damas. Sirvan de ejemplo la mantilla, la basquiña y todos los trajes que se ciñen estrechamente al cuerpo, los cuales nunca le darán a una extranjera el aire suelto y gracioso que a una española.”


    ¡Hola a todos!

    No tenía pensado hablar en este blog sobre la indumentaria del siglo XVIII. Pero buscando información acerca del verdugado y el guardainfante, he encontrado un maravillo artículo de Amelia Leira publicado en Museo del Traje. Dicho artículo versa sobre lo que vino a denominarse a finales del siglo XVIII y comienzos de XIX, como Traje Nacional. En él se trata  a la basquiña y la mantilla, dos prendas genuinamente españolas. A continuación os dejo un extracto del mismo ya que creo que entronca perfectamente con las dos entradas anteriores. Espero que os resulte interesante.

    La basquiña la define el Diccionario de Autoridades como una saya larga que acompañaba a la casaca femenina. Pero el Diccionario de 1791 añade: “Pónese encima de toda la demás ropa y sirve comúnmente para salir a la calle.”

    Junto al vestido de moda a la francesa, y al vestido popular, hubo en España durante los últimos treinta años del siglo XVIII y los primeros veinte del siglo XIX, un traje propio solamente de nuestro país, que llamó la atención de los extranjeros que visitaron España en esta época y al que llamaron el traje nacional español. Las españolas de las ciudades, fuese cual fuese su clase social, se ponían siempre encima de sus demás vestidos, para salir a la calle o para ir a la iglesia, una falda negra llamada basquiña y se cubrían la cabeza y los hombros con la mantilla, negra o blanca; se quitaban estos vestidos tan pronto entraban en una casa, aunque fuesen a permanecer poco tiempo dentro de ella.


    “La mayoría de las mujeres de las clases altas han adoptado los trajes franceses, que son los que llevan en sus casas y sus carruajes para ir a visitas, bailes y espectáculos públicos. Únicamente se ponen el traje español cuando van por la calle o a la iglesia; este traje hoy en día consiste en una especie de cuerpo o corsé, una falda corta que apenas tapa el empeine, una mantilla en la cabeza que ha sustituido al antiguo manto y oculta o descubre el rostro a voluntad, un rosario en una mano y un abanico en la otra. Las mujeres españolas no llevan nunca la basquiña dentro de casa, se la quitan tan pronto entran en ella y aún cuando llegan a alguna casa en la que van a estar varias horas; llevan otra falda debajo, más corta y adornada de diferentes formas. Algunas veces van vestidas totalmente a la francesa, así que no tienen más que quitársela para aparecer completamente vestidas.”
(Laborde, A.: A View of Spain, comprising a descriptive itinerary of esch province, Londres, 1809)

    La basquiña se llevaba generalmente con un cuerpo, que en los documentos se llama jubón, término ya muy antiguo y que tenía un significado muy amplio. Se aplicó en estos años a una prenda que se ceñía al cuerpo, con faldones cortos, cerrada por delante y con mangas largas. Todas las mujeres las tenían; eran prendas tan indispensables como las camisas y las enaguas, la ropa interior que todas usaban.

    Absolutamente todas las mujeres tenían basquiña y en general estaba confeccionada con tela rica, grodetur o moer por lo general, aunque su propietaria fuera modesta. Efectivamente, en las Cartas de Dote de las mujeres pobres, era la prenda de más valor. Fue frecuente que tuvieran forro o medio forro de color, de tafetán, generalmente. Como se la ponían para salir a la calle, pero se la quitaban al entrar en su casa u otra ajena, era necesario llevar debajo otra falda llamada guardapiés, si la tela era de algodón, o brial, si era de seda. Las mujeres ricas que tenían coche las usaban con menos frecuencia, puesto que iban poco por la calle, pero también las llevaban en ocasiones y se gastaban mucho dinero en ellas. La tela de la que estaban hechas las basquiñas y las mantillas cambiaba y la forma de las prendas también, siguiendo los vaivenes de la moda.


    La mantilla, según el Diccionario de Autoridades, es: “La cobertura de bayeta, grana u otra tela, con las que las mujeres se cubren y abrigan; la cual desciende desde la cabeza hasta más debajo de la cintura” (1732) Tradicionalmente era de lana o de seda, y en invierno servía también de abrigo y era negra; en verano podía ser blanca.

    “El traje de paseo de las señoras no admite mucha variedad. A no ser que esté ardiendo la casa una mujer no saldrá nunca a la calle sin unas enaguas de color negro, la basquiña, y un ancho velo que le cae de la cabeza sobre los hombros y se cruza delante del pecho a modo de chal al que damos el nombre de mantilla. Generalmente es de seda, guarnecida alrededor con una ancha blonda. En las tardes de verano se pueden ver algunas mantillas blancas pero ninguna mujer se atreverá a usarlas por la mañana ni mucho menos a entrar en un templo con tan “profano” atuendo. Un vistoso abanico es indispensable en todo tiempo, lo mismo dentro que fuera de casa”.
(Cartas de España Madrid, 1972, p. 84)

    En los años cincuenta aparecen sobre todo en dotes modestas, y son de franela o bayeta. A partir de los años sesenta se puso de moda hacerla de telas transparentes como la muselina, una tela de algodón muy fina que los ingleses trajeron de la India, y la mujer que no podía comprarla recurría a la estopilla, también fina, pero mucho más basta.

    La sospecha de que las mujeres españolas pudieran usar la basquiña y la mantilla para pasar desapercibidas no la tenían solamente los extranjeros, también la tenían los españoles y era motivo de preocupación: consideraban natural que fueran con ellas por la calle, pero trataban de que no las usasen dentro de lugares públicos.

    “Cuando las señoras van a misa van tan disfrazadas que no se las reconoce fácilmente. Su traje para la ocasión es especial del país: todas se ponen la basquiña o falda de seda negra y la mantilla que les sirve de doble propósito de capa o velo, de manera que pueden esconder la cara cuando quieren, Así ataviadas están en perfecta libertad de ir donde quieran.”



    Todas las mujeres tienen basquiñas y mantillas en sus dotes, aunque las ricas en mayor número. También en su mayoría, a juzgar por las Cartas de Dote, tienen trajes de estilo francés, independientemente de su clase social: hay prendas de estilo francés y prendas castizas tanto en las dotes de las señoras ricas como en las de las muy modestas. La explicación a la existencia de prendas francesas en dotes modestas estaría en que la ropa era entonces un bien importante, algo que se usaba y aprovechaba hasta el fin, donándose o comprándose de segunda mano. Muchas veces en los testamentos de señoras ricas, éstas dejaban sus ropas a las criadas que les servían. De hecho, es difícil encontrar una prenda de entonces que no haya sido retocada varias veces.

    Fuentes: Museo del Traje.

7 comentarios:

  1. Muchísimas gracias por esta entrada, Pedrete, me ha gustado especialmente porque me recuerda la investigación que hizo Eva cuando fuimos a Bath (por desgracia ahora veo que no tan correctas como nosotras queríamos). Me has aclarado alguna duda sobre la basquiña y te agradezco aún más que menciones los materiales con los que se confeccionaban éstas, los jubones y las mantillas. Un abrazo muy fuerte.

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    1. No te preocupes, todos hemos cometido gazapos alguna vez. Cuando me vestí de romano la primera vez me veía divino de la muerte. Después me di cuenta que aquel vestuario tenía de rigor histórico lo que yo de fraile, ni la vocación siquiera. Lo bueno de la investigación es eso, que todos los días puedes aprender algo nuevo y sorprendente. Que luego nuestros resultados costureriles resulten más histéricos que históricos, es harina de otro costal.

      ¡Un besote enorme!

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  2. ¡Qué razón teneis! Como todo en la vida, uno no deja de aprender y de equivocarse y las costuras o el patronaje de una prenda es más corregible que otras acciones que hacemos. ;)

    He visto en tu blog muchas entradas referidas a la indumentaria de los siglos XVI y XVII. Supongo que habrás leído muchos artículos de Amalia Descalzo, que hizo su tesis doctoral sobre la moda española en la mitad del siglo XVII y primera mitad del XVIII. Muy recomendable.

    Gracias por esta interesante aportación. ¡Un abrazo, amigo!

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    1. Sí, en este blog quiero centrarme básicamente en la moda española de los siglos XVI y XVII. Aunque en este caso hice una excepción hablando del vestuario femenino de finales del XVIII, trayendo un fragmento del artículo de Amelia Leira. A bote pronto no recuerdo haber leído artículos de Amalia Descalzo, aunque reconozco que soy un caso perdido para los nombres... No obstante buscaré esa referencia, me encanta leer sobre historia del vestido.

      ¡Un abrazo enorme!

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    2. Lo que yo os decía, tengo la cabeza de adorno... Claro que he leído artículos de Amalia Descalzo en los archivos de Museo del Traje.

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  3. XDDDD Ya nos parecía extraño que habiendo leído a Amalia Leira y el libro de Juan de Alcega no conocieras a Amalia Descalzo. El Museo del Traje es paradigma en los estudios que se están celebrando ahora sobre indumentaria histórica española aunque por desgracia, pocos son los ejemplos que han llegado hasta nosotros de la Edad Moderna.

    Un abrazo fuerte, amigo.

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    1. Supongo que el hecho de que hayan llegado pocas prendas antiguas a nuestros días es debido también a que la ropa se reutilizaba. Y además, como durante el siglo XVI apenas hay modificaciones en cuanto a diseño, supongo que muchas prendas dejarían de usarse por puro agotamiento.

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