lunes, 10 de marzo de 2025
Capítulo Octavo
Capítulo octavo.
Contexto Histórico y Referencias:
Carlos IV y Godoy: Alusión a la inestabilidad política y la influencia de Godoy, cuyo gobierno se percibía como corrupto e inepto.
Goya: Su papel como cronista crítico, cuyos retratos reflejan la decadencia y hipocresía cortesana.
Napoleón y la Ilustración: Representan fuerzas de cambio que la corte ignora, enfocada en su "baile" decadente.
---
GACETILLA DE SOCIEDAD
GRAN BAILE EN LOS JARDINES DEL PALACIO REAL DE ARANJUEZ
En la noche de ayer, bajo la benévola mirada de las estrellas y el infortunio de la organización, se celebró un majestuoso baile en los jardines del Palacio Real de Aranjuez. La ocasión: ningún motivo en particular, salvo el deseo de Sus Majestades de olvidar, por unas horas, que el trono se tambalea más que una mesa coja en una taberna. Así, la alta sociedad acudió con sus mejores galas y sus peores intenciones, listas para una velada de risas, música y, por supuesto, calamidades.
LOS ASISTENTES A TAN DICHA OCASIÓN
Sus Majestades, Carlos IV y María Luisa de Parma, sonrientes y despreocupados, como si el destino del reino no fuera una comedia de enredos.
El Príncipe Fernando, futuro rey y actual experto en lanzar miradas torvas a Godoy.
La Princesa Totó, con su inconfundible porte, lista para deslumbrar... o hacer tropezar a alguien, según se diese la noche.
Manuel Godoy, el omnipresente valido, entre pasos de baile y cálculos políticos.
Pepita Tudó, compañera del anterior y blanco de miradas entre envidiosas y curiosas.
La Duquesa de Alba, en una exhibición de extravagancia que rivalizaba con los fuegos artificiales.
La Duquesa de Osuna, siempre anfitriona de lo ilustrado, esta vez más preocupada de que no le pisaran la falda, acompañada de sus inseparables perros-fraile.
Leandro Fernández de Moratín, armado de paciencia y resignación, listo para documentar el desastre.
Doña Antoñita Leicon, observadora sagaz de la corte, con su abanico como arma de juicio.
Don Andrés, superviviente de tantas veladas previas, con un vaso de vino y su natural suspicacia.
JUEGOS, DANZAS Y OTROS DESPROPÓSITOS
Las danzas se sucedieron con una mezcla de elegancia y torpeza digna de un cuadro de Goya. La Duquesa de Alba intentó marcar tendencia con un paso de danza innovador, que resultó ser, en realidad, un traspié disfrazado de coreografía. La Princesa Totó, siempre fiel al espectáculo, propuso jugar a la gallina ciega, lo que desató un caos instantáneo: Godoy acabó abrazando a un arbusto, el Príncipe Fernando pisó a la Reina y Don Andrés, con admirable previsión, se escondió detrás de una estatua.
Mientras tanto, Francisco de Goya, apostado en un rincón, inmortalizaba la escena con su inconfundible trazo. Nadie podía prever que el pintor estaba retratando lo que, a todas luces, parecía más un aquelarre que un baile cortesano.
EL INCIDENTE QUE LO CAMBIÓ TODO
Todo marchaba según lo esperado —es decir, al borde del desastre— hasta que un sirviente, con la loable intención de refrescar a los asistentes, resbaló con una bandeja de ponche. La catástrofe fue inmediata: la Duquesa de Alba quedó teñida de rojo, el Rey, sorprendido, derramó su copa sobre la peluca de la Reina, y la Princesa Totó, al intentar evitar la colisión, terminó empujando a Godoy directamente a la fuente central.
El Príncipe Fernando, viendo al valido empapado y cubierto de hojas, no pudo ocultar una sonrisa de satisfacción. Goya, por su parte, decidió que no haría falta añadir criaturas fantásticas a su próximo cuadro, pues la corte misma era material de sobra para sus visiones más grotescas.
Así concluyó el gran baile en Aranjuez: con carcajadas contenidas, egos heridos y una velada que, sin duda, pasará a la historia... aunque no de la manera que Sus Majestades hubiesen deseado.
POST SCRIPTUM:
Godoy, tras secarse, declaró que la caída en la fuente había sido "un accidente sin importancia". El Príncipe Fernando murmuró "ojalá todos los accidentes fueran así".
La Duquesa de Alba anunció que el color ponche era la nueva tendencia de la temporada.
Goya se retiró a su taller con un brillo peculiar en la mirada. La próxima obra maestra ya estaba en marcha.
---
Conclusión Crítica:
El texto fusiona crítica mordaz y admiración por la identidad cultural. Mientras condena la frivolidad de la élite, celebra la vitalidad del espíritu español, que persiste a través del arte y la risa. La referencia final a un "nuevo comienzo" implica que, pese a los errores históricos, España reinventa su narrativa, equilibrando el caos con creatividad. Esta dualidad refleja la tensión entre la decadencia política y la riqueza cultural, un tema recurrente en la historia española.
---
Crónica de Sociedad: El Tira y Afloja entre dos Titanas de la Corte
Madrid 1802
¡Oh, lectores! Si los salones palaciegos pudieran hablar, revelarían los secretos mejor guardados de dos mujeres cuyo ingenio, riqueza y pasiones marcaron una época. En el Madrid de Carlos IV, mientras el rey cazaba y Godoy conspiraba, María Cayetana de Silva, XIII Duquesa de Alba, y María Josefa Pimentel, Duquesa de Osuna, tejían una rivalidad que trascendía los tapices bordados para convertirse en leyenda.
---
Las Protagonistas
1. La Duquesa de Alba: Joven, impetuosa y de belleza magnetizante, Cayetana (1762–1802) era dueña de media España y de la lengua más afilada de la corte. Heredera de los Álvarez de Toledo y los Silva, se decía que sus tierras abarcaban "de la sal del mar a la nieve de Sierra Morena". Amiga íntima (¿y musa más que amiga?) de Francisco de Goya, sus retratos alimentaron rumores de un amor prohibido. Su estilo: provocador. Usaba mantillas negras en señal de luto eterno por su difunto esposo, el Duque de Alba, mientras bailaba seguidillas con el pueblo en Lavapiés.
2. La Duquesa de Osuna: María Josefa (1752–1834), "La Illustrada", era su antítesis. Culta, refinada y mecenas de la Real Sociedad Económica Matritense, transformó el Palacio de El Capricho en un santuario de arte neoclásico. Patrocinó a Goya (Los caprichos) y a Leandro Fernández de Moratín, pero su elegancia era glacial. Esposa del poderoso Duque de Osuna —capitán general de la corte—, su salón era el refugio de filósofos, mientras que el de Alba lo era de toreros y actrices.
---
El Duelo de las Duquesas
La rivalidad entre ambas era el espectáculo de la Villa y Corte. Se murmuraba que:
- En moda: Cayetana desafiaba el protocolo vistiendo de maja, mientras Josefa importaba vestidos de París para imponer la sobriété francesa.
- En amoríos: La Alba, viuda precoz, coleccionaba admiradores (¿incluido Goya?). La Osuna, fiel a su marido, despreciaba esos "arrebatos plebeyos".
- En arte: Ambas competían por Goya. La Osuna le encargó Los caprichos (1799), pero la Alba posó para retratos íntimos... y quizá algo más. Un criado juró haber visto al pintor arrodillado ante ella, gritando: "¡Solo tú eres digna de inmortalizarse!".
El chisme más jugoso: En 1796, durante un baile en el Palacio Real, la Alba llegó vestida de bruja (¡un guiño a su rival!), mientras la Osuna lucía un tocado de Minerva, diosa de la sabiduría. "Una es hechicera, la otra estatua", susurró un cortesano.
---
La Corte Opina
Los periódicos de la época, censurados por Godoy, solo insinuaban:
- "Cierta dama de negro ha donado mil ducados a los pobres de Madrid... ¿Será para lavar su alma de pecados terrenales?" (Gazeta de Madrid, 1797).
- "Una ilustre mecenas ha fundado un jardín botánico en su finca. ¡Qué contraste con quienes cultivan solo vanidades!" (Diario de Madrid, 1801).
Pero en los mentideros de la Puerta del Sol, se hablaba sin pudor: "La Osuna envidia la pasión que despierta la Alba; la Alba, la influencia política de la Osuna".
---
Epílogo: Muerta una, reinará la otra
La tragedia llegó en 1802: Cayetana murió a los 40 años, envenenada —decían— por celos de Godoy o por una enfermedad trivial. Su testamento (¿legó todo a Goya?) se perdió en llamas, alimentando mitos. La Osuna, en cambio, sobrevivió a la invasión francesa y murió octogenaria, dueña de un legado impecable... y de la satisfacción de haber sido la última en reír.
Moraleja decimonónica: ¡Oh, vanidad de vanidades! Dos mujeres que deslumbraron como soles, hoy yacen en sus tumbas... pero sus historias, como los pinceles de Goya, son eternas.
---
Nota histórica:
- La rivalidad entre ambas está ampliamente documentada, aunque exagerada por la leyenda romántica.
- Goya trabajó para las dos, pero no hay pruebas concluyentes de su romance con la Alba.
- La Osuna fue clave en la Ilustración española; la Alba, un símbolo del choque entre aristocracia y pueblo.
---
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario