lunes, 10 de marzo de 2025
Capítulo Tercero
Capítulo 3
Contexto:
Este capítulo retrata una cacería real de Carlos IV en 1802, época marcada por la decadencia del Antiguo Régimen en España. La monarquía, debilitada y alejada de los asuntos de Estado, se critica mediante la ironía: se sugiere que el rey prefiere perseguir ciervos que gobernar, reflejando la ineficacia política del reinado.
GACETILLA DE SOCIEDAD
SIERRAS DE MADRID, AÑO DEL SEÑOR DE 1802
Por nuestro Cronista de las Correrías Reales.
Si la monarquía española se sostiene sobre algo más sólido que las leyes divinas, ese algo es sin duda la afición de Carlos IV por la caza. Y así, en plena sierra madrileña, el rey y su séquito se entregaron ayer a su pasatiempo favorito: perseguir ciervos con más entusiasmo del que jamás ha mostrado por los asuntos de Estado.
Ayer, en los bosques del Real Sitio de La Granja, se celebró una cacería que habría hecho palidecer a la mismísima Artemisa. Su Majestad Carlos IV, armado con su escopeta de caza y su habitual expresión de perplejidad, lideró una comitiva donde la elegancia y el despropósito cabalgaron juntos. El evento, promovido como "Fiesta de la Naturaleza y la Nobleza", terminó siendo un sainete donde el único trofeo fue la dignidad perdida.
El monarca, ataviado con un uniforme de cazador que parecía sacado de un tapiz flamenco y montado en un corcel tan regio como testarudo, encabezaba la comitiva. A su lado, Manuel Godoy, siempre solícito, intentaba encontrar el equilibrio entre halagar la destreza del rey y evitar que su Majestad desmontara de un sobresalto. “Majestad, vuestra puntería es legendaria”, exclamó el favorito, justo cuando un venado pasó ileso a escasos metros de la carabina real.
Don Andrés de Arteaga, el insigne Marqués de los Guiñapos y Conde de los Chismotiles, cabalgaba con la gracia de quien sabe que el polvo de la sierra no favorece sus mejores galas. “Queridos míos, esta cacería es sin duda un símbolo de la España eterna: nobleza, destreza y barro hasta los tobillos”, proclamó, mientras sacudía con disgusto un guante empolvado. Goya, que había acudido con la excusa de estudiar posturas para futuros cuadros, murmuró a Moratín: “Si esto es la España eterna, que Dios nos asista.”
El dramaturgo, por su parte, intentaba mantener la compostura mientras esquivaba ramas bajas y la conversación de los cortesanos. “Es curioso cómo en el monte todos son estrategas y valientes cazadores, pero en la corte nadie encuentra presa ni culpable cuando se pierden ducados del erario”, comentó con su habitual acidez.
El clímax del día llegó cuando un venado, harto de la persecución, decidió invertir los papeles y embistió al grupo. Carlos IV, con la serenidad de un hombre que ha dejado la política en manos ajenas, observó la escena sin inmutarse. Godoy trató de interponerse con más brío del recomendable, mientras Don Andrés giraba su caballo con la dignidad de quien jamás ha huido en público. “No es retirada, es una maniobra táctica”, declaró, ajustándose la casaca. El venado, indiferente a cuestiones de honor, prosiguió su embestida hasta que uno de los monteros logró ahuyentarlo.
Cuando todo volvió a la calma, Carlos IV, sin perder la compostura, señaló un arbusto al que había disparado por error. “Un magnífico ejemplar de encina, sin duda”, sentenció, mientras Goya tomaba notas mentales para su próxima sátira pictórica y Moratín se prometía convertir el episodio en una escena de su siguiente obra.
Al final de la jornada, entre carcajadas, brindis y la promesa de futuras hazañas venatorias, el monarca regresó a palacio con la satisfacción de un día bien empleado. Porque si algo tiene claro la corte de Carlos IV es que en España se puede cazar de todo… menos el buen gobierno.
---
Epílogo Moral:
Querido lector, en estos tiempos donde hasta las liebres esquivan al poder, recordemos: Una cacería sin trofeos es como un Borbón sin peluca... pura esencia de España.
Queda de usted atento y afectísimo servidor,
El Cronista de las Correrías Reales.
Nota del Redactor: Se recomienda a los cazadores no perseguir sombras. Para trofeos auténticos, visite la tienda de Lady Antoñita... si logra mantenerse en pie.
---
Conclusión:
La "gacetilla" es una pieza de sátira política que, mediante un episodio de caza, expone la decadencia de la monarquía española y la vacuidad de sus élites. Combina humor, ironía y agudeza literaria para cuestionar un sistema que prioriza rituales obsoletos sobre el bienestar público, anticipando el colapso del Antiguo Régimen. Aunque ambientado en 1802, el texto resuena en contextos modernos donde el poder privilegia el espectáculo sobre la gobernanza. La sátira sobre la frivolidad de las élites y su desconexión con la realidad sigue vigente.
---
La Gaceta de Palacio
15 de Marzo de 1802
Su Majestad, el Rey Relojero: Entre Virtudes Domésticas y Tormentas Cortesanas
Vuestra Merced, amable lector, habrá oído murmurar en los salones de la aristocracia madrileña sobre el buen Carlos IV, monarca de gesto apacible y aficiones singulares. Nuestro soberano, caballero de exquisita estampa y uniforme siempre impecable, dedica sus ocios al noble arte de la relojería, engastando rubíes en mecanismos de precisión, cual si el Tiempo mismo obedeciera a sus manos regias. ¡Oh, ironía del destino! Pues en los asuntos de Estado, dicen los maliciosos, el reloj de la Corona avanza sin orden...
¡Ah, Madrid! Bajo máscaras de etiqueta, hierve la intriga. Pero Carlos IV, indiferente a la maledicencia, prefiere el tictac de sus relojes al estruendo de los cañones que, desde Francia, anuncian tempestades...
---
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario